Toros

El sevillano Juan Ortega, toreo exquisito y trofeo de ley en Madrid

El diestro Juan Ortega cortó una oreja de ley en la corrida de la Virgen de la Paloma celebrada en Las Ventas, merced a una faena en la que el joven sevillano encandiló con un toreo para paladares exquisitos, de temple y especial regusto al mejor toro de una desigual corrida de Nicolás Fraile.

Fue el primero de su lote, segundo de corrida, un toro que apuntó ya una tremenda calidad de salida al querer coger por abajo el capote de Ortega, que lo enseñó muy bien, aun sin estirarse con él. Lo cuidaron en el caballo, pues no es que fuera un sansón precisamente, y ese fue el secreto de todo lo que vino después.

Pepe Moral, que pechó con el peor lote, y Francisco José Espada se marcharon de vacío

Ortega inició faena con unos torerísimos doblones. Las primeras tandas a derechas fueron cortas en cuanto a número de muletazos pero intensas por el temple, el empaque y la expresión que hubo en la interpretación. Al natural brotó también la hondura. Y el sentimiento. ¡Qué bien torea este Juan Ortega! Y eso que apenas ha visto un pitón desde que confirmó doctorado en 2016.

Tiene también pellizco y mucho duende en los alardes y remates entre series como la trinchera, el kikirikí, el cambio de mano o los de pecho. Y, a todo esto, el toro embistiendo con el temple y un son extraordinario. Puro almíbar.

Faena para paladares exquisitos, muy medida y de tremendo gusto, abrochada con artísticos ayudados por bajo y una gran estocada hasta la bola. La oreja que paseó fue de las de ley.

Qué lástima que el quinto echara la persiana demasiado pronto, desfondado casi ya de salida. Ortega puso mucho empeño, lo intentó de todas las formas posibles consciente de que tenía la Puerta Grande entreabierta, pero no pudo ser.

Francisco José Espada anduvo con altibajos frente a su buen primero, un toro que se dejo mucho pero al que el madrileño no acabó de coger el aire. Hubo algún pasaje estimable y, sobre todo, muchas ganas por agradar, pero le faltó templarse, darle más sitio al animal y no ahogarle tanto como lo hizo. Quede dicho que hubo cosas buenas, pero a la faena le faltó una estructura más ordenada y concreta. El hecho quedó demostrado en que la labor no acabó de romper en ningún momento.

El sexto también tuvo alto índice de toreabilidad, como se dice ahora, aunque con el defecto de venirse un punto abajo al final de su lidia. Espada anduvo más sereno que en su turno anterior en una faena en la que tampoco dijo gran cosa. Pegó muchos muletazos, pero sin llegar a emocionar. Lástima de oportunidad, pues tuvo el lote.

Todo lo contrario que Pepe Moral, al que le tocó bailar con la más fea. El de Los Palacios nada más que pudo brillar en su primero con el templadísimo y encajado saludo a la verónica que le recetó, pues el animal, descastado y sin fuerzas, no se dejó en el último tercio. Al cuarto le faltaban dos meses para cumplir los seis años. El gesto de señor mayor nada más saltar al ruedo era más que evidente. Y, como no podía ser de otra forma, se vino abajo demasiado pronto. Ni fuerzas, ni casta, ni nada de nada. Tanto fue así que se echó al final de su lidia, teniendo que ser apuntillado sin que Moral le montase siquiera la espada.

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