Toros

Para el recuerdo quedará Ponce

  • La feria taurina sigue planteando un problema estructural que aglutina la necesidad de savia nueva bien colocada en los carteles y la diversidad de encastes en el plano ganadero

El cantante Pitingo, el torero Enrique Ponce, la cantaora Estrella Morente, el torero Javier Conde, la soprano Alba Chantar y el artista francés Loren dan una vuelta al ruedo.

El cantante Pitingo, el torero Enrique Ponce, la cantaora Estrella Morente, el torero Javier Conde, la soprano Alba Chantar y el artista francés Loren dan una vuelta al ruedo. / jorge zapata / efe

Ayer se cerró un nuevo capítulo en la historia de la tauromaquia malagueña. Unas páginas en las que se rubrica con tinta de oro dos nombres: Ponce y Jaraiz. Un idilio mágico cuya importancia transcendió más allá del debate sano sobre lo beneficioso o perjudicial del indulto. Pero eso queda para la sobremesa. El toro de Juan Pedro Domecq se ganó la vida por la ilusión de las más de 7.000 personas que allí se reunieron. Pero lo que mantiene todavía la emoción, y por ente la verdadera razón de ser de todo esto, es la dimensión mostrada por el valenciano en una tarde temática en todos los sentidos. La Picassiana volvió a contar con el pincel (y la muleta) de Loren, dentro de una atmósfera titulada Crisol. El espectáculo sensorial en el que Javier Conde se reconcilió con el público de su tierra. Y sin ser profeta. Pero hay más.

La Feria de Málaga de 2017 será recordada por la primera de la nueva empresa adjudicataria Toros del Mediterráneo, que no empezó con buen pie y mantuvo en vilo al aficionado tras un baile numérico de IVA y abonos que parece que no ha beneficiado del todo a nadie. Será también la feria del toro duro para los chavales, los novilleros, esos que más temprano que tarde ocuparán el puesto de aquellos que empiezan a tomar las tijeras para cortarse la coleta; aunque sea a medias. Como Morante, que pese a no estar anunciado tampoco hubiera podido comparecer por su adiós precipitado mas no por ello poco premeditado. Queda una novillada exagerada de forma en la que destacó Juan Carlos Benítez, plena actitud de novillero, y el gusto y madurez de Francisco Morales con su técnica y torería. Habrá un intento fallido de recuerdo a la tarde de toreros banderilleros con los tres a hombros en 2002. Las segundas partes nunca fueron buenas, o al menos en el toro. El doblete de Roca Rey y Talavante, magia y romance de madurez y figura. Cada uno con su estilo y su profundidad, pero ambos dejaron el contrapunto a las sorpresas de esta feria. Son un seguro de triunfo, tanto dentro como fuera. Precisamente, esto se apreció en taquillas, en ilusión y, como no, en el ganado. Victoriano del Río echó tres toros muy encastados, con sus cositas de manso y su punto picante que dio juego. Se aprovechó y bien el material ofrecido, especialmente por Castella a quien Málaga vio recuperar la actitud y el temple que tanto caracteriza al francés. No corrió la misma suerte el encierro de Fuente Ymbro en el que, pese a la buena condición de los animales, tan solo Paco Ureña estuvo a la altura de aquel compromiso.

Si algo marcará sentimentalmente la carrera de los toreros que han hecho el paseíllo esta feria, será la tarde del 16 de agosto en la que Saúl Jiménez Fortes se encerró con seis toros. Más allá de la vergüenza torera, el malagueño cuajó de pitón a rabo a un importantísimo toro de Victorino Marín que le propinó una cornada de 15 centímetros en la pierna izquierda al entrar a matar. Por si fuera poco reto matar en solitario una corrida de toros, Fortes liquidó con maestría a sus dos últimos oponentes con esa herida en el muslo. Cortó dos orejas, sí. Pero lo que queda es la gesta, propia de la gallardía de un torero que no se aburrió en ningún momento. Además, esta feria fue la última en la que Paquirri hizo el paseíllo. Esta vez dice adiós y parece que es de manera definitiva. Quedó de aquella tarde el gusto del retazo artista de Ginés Marín a un encierro flojo y descastado de Domecq. La cara y la cruz menos de 24 horas después del rotundo triunfo. No sería el único. Málaga tiene que darle una vuelta de tuerca a esto del toro. O cambia el animal o habrá poco que hacer. No es ni ético, ni correcto, ni justo que los que dan sus primeros pasos tengan que enfrentarse con oponentes que superar en todos los aspectos a los animal que vimos en la recta final de las corridas. Los últimos toros que desfilaron por el ruedo estuvieron faltos de trapío en lineas generales y con un comportamiento que deja mucho que desear dentro de lo que se espera de estas ganaderías, aunque cada vez sea menos. Málaga además sigue siendo una plaza en la que se pica por no aplaudir, causa o efecto del toro que se trae. ¿Qué más da? A este ritmo, el tercio de varas acabará convirtiéndose en un producto arcaico que a los nuevos jóvenes de las escuelas taurinas se les enseñará por cuadros o vídeos.

La feria presenta además un balance cuantitativo que ofrece ciertas garantías de cara a los anales numéricos. Un total de siete corridas de toros, una novillada y una corrida de rejones. Un espectáculo más que temporadas pasadas. Se han cortado 17 orejas de peso que aumentan la balanza artística de la feria: una de Juan Carlos Benítez en la novillada; otra de Padilla a un buen toro de El Pilar; dos de Castella con mucha fuerza y otra para Talavante en esa misma tarde a la que se suma una segundo de su última comparecencia; la de Ureña pedida enérgicamente al Fuente Ymbro que abrió plaza; la de Fortes al Victorino y al último de la tarde que paseó por la plaza con el muslo abierto; cuatro de Ponce, declarándolo claro triunfador, por número, de la feria; oreja por coleta para Sergio Galán y Lea Vicens y el doblete de Diego Ventura que le permitió salir por la puerta grande. Precisamente, la de Manolo Segura se ha abierto dos veces esta temporada, con Ponce en la Crisol y Ventura en la de rejones. Una feria que por hechos queda para la historia.

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