Toros

Las orejas y el buen toreo disipan la sombra de la tragedia de Padilla

octava de la feria del pilar Ganadería: Cinco toros de Núñez del Cuvillo y un sobrero (3º) de Garcigrande, Corrida de presentación muy dispar y de juego variado. TOREROS: Juan José Padilla, oreja con unánime petición de la segunda y dos vueltas al ruedo en el sexto, único que mató. José Antonio 'Morane de la Puebla', palmas, bronca y oreja. Alejandro Talavante, oreja y oreja. INCIDENCIAS: Plaza de toros de Zaragoza. No hay billetes.

La emoción del buen toreo de Alejandro Talavante y Morante de la Puebla, que se repartieron tres orejas, disipó la sombra de la posible tragedia con que se abrió la corrida en Zaragoza con el impactante percance, finalmente sin graves consecuencias, sufrido por Juan José Padilla, que también acabó triunfando.

Con la plaza a rebosar, Padilla se fue a recibir de rodillas al de Núñez del Cuvillo a la misma puerta de los chiqueros. Parecía que la arriesgada larga cambiada a portagayola se resolvía con éxito cuando, en el último instante, el animal levantó la cabeza y golpeó con la punta del pitón sobre la parte izquierda del rostro de Padilla. Sí, exactamente a la altura del parche que oculta los destrozos que le causó al torero aquella otra cornada de hace cinco años en esta misma plaza.

Público y toreros, conscientes de la escalofriante coincidencia, observaban impactados cómo Padilla intentaba recuperarse junto al burladero, sin que se conociera la gravedad del percance hasta que el jerezano se dejó llevar en volandas a la enfermería.

Morante sacó al toro dos estimables series de derechazos mientras al de Cuvillo le duró el fuelle. Tras correrse los turnos, Talavante pudo así torear al segundo con el público de nuevo metido en lo que sucedía en la arena. Y no sólo eso, sino que además valoró y jaleó con creces una faena lucida en las formas pero con un punto añadido de ligereza, ante un toro noble y de raza justa del que el extremeño acabó cortando una oreja. Mayor peso y mérito fue la que luego cortaría del cuarto, al que le faltó clase en sus embestidas. Talavante asentó las zapatillas y se lo pasó una y otra vez con suavidad y lentitud, dejando que los pitones le rozaran la taleguilla.

A Morante le pegaron una tremenda bronca después de masacrar en varas y machetear al áspero y feo sobrero de Garcigrande. Pero el sevillano acabó volviendo las tornas con el quinto, como sólo los genios son capaces de hacerlo, ya desde que lo acunó a la verónica de salida. De la bronca se pasó al entusiasmo, que se alargó en el sabroso tercio de quites que mantuvieron Morante y Talavante. Y que continuó en una primera mitad de faena en la que el ritmo cadencioso de las muñecas y el pecho del sevillano siguieron meciendo a un toro que acabó exhausto antes de una estocada fulminante y la concesión de la tercera oreja de la tarde.

Y aún hubo una cuarta para Padilla, que provocó una explosión de júbilo en los tendidos cuando apareció de nuevo por la puerta de la enfermería antes de que se soltara al sexto. El destino le tenía guardado al jerezano el regalo de un toro dulce con el que se pudo explayar ante una plaza entregada y que le tiene adoptado como torero predilecto. Los gritosde "¡Padilla, Padilla!" surgieron en varias ocasiones, después que saludara a ese su único toro de hoy hasta con tres largas cambiadas de rodillas. No bajaría ya el nivel de emoción en un espectacular tercio de banderillas protagonizado por el propio matador, ni tampoco en un inicio y en un final de faena también de hinojos, por mucho que en la parte mollar del trasteo sobresaliera más la calidad de las embestidas que la de la muleta. Más allá de otras valoraciones, tras la estocada final se desató la petición de las dos orejas con que los zaragozanos, disipada ya la sombra de la tragedia, quisieron premiar a su ídolo, con una euforia desbordada pero que no llegó hasta la presidencia.

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