Toros

Las figuras rinden en Aranjuez un gran homenaje a su aficionado más ilustre

  • El Juli y Manzanares, a hombros y Morante corta una oreja con asistencia del rey Juan Carlos

Manzanares y El Juli en su salida a hombros de la plaza de Aranjuez

Manzanares y El Juli en su salida a hombros de la plaza de Aranjuez / Efe

Julián López 'El Juli' y José María Manzanares, con dos y cuatro orejas, respectivamente, salieron triunfadores de la tradicional corrida de San Fernando en Aranjuez (Madrid), una tarde presidida desde el Palco Real por el rey Juan Carlos, y en la que Morante, que hizo lo mejor, sumó otro trofeo. Julián López 'El Juli' y José María Manzanares, con dos y cuatro orejas, respectivamente, salieron triunfadores de la tradicional corrida de San Fernando en Aranjuez (Madrid), una tarde presidida desde el Palco Real por el rey Juan Carlos, y en la que Morante, que hizo lo mejor, sumó otro trofeo. 

No podía haber mejor tributo para que el toreo despidiera a su aficionado más ilustre, máximo estandarte de su defensa en unos tiempos tan controvertidos. Porque don Juan Carlos siempre ha presumido su amor por lo taurino. Así lo ha demostrado y lo ha exhibido con orgullo allá donde fuera. Sin escrúpulos, sin miedos, delante de quien hiciera falta, y siempre desde el respeto. 

Una pasión heredada de su madre, doña María de las Mercedes de Borbón y Orleans, Condesa de Barcelona, una verdadera devota de la fiesta brava, y que hoy, precisamente, también se la homenajeaba en la bicentenaria y remozada plaza de Aranjuez, cuyo Palco Real servía ahora para que su hijo se despidiera de la vida pública por la Puerta Grande. 

El cariño de la gente fue extraordinario toda la tarde, en la que ovaciones y vítores no cesaron de sucederse por parte de unos aficionados que, sin importarles el tremendo calor que hizo, cubrieron las cerca de 9.500 localidades que dispone el maravilloso coso ribereño, el segundo más importante de la Comunidad de Madrid y uno de los más antiguos de España. 

La Marcha Real sonó con más emoción y respeto que nunca. Era la última vez que se interpretaban de forma institucional en honor del considerado "Rey de los Toros", arropado por su hermana, doña Pilar; su hija, la Infanta Elena; y su nieto Felipe Juan Froilán de Marichalar y Borbón. 

También los toreros contribuyeron al cariz histórico de la efeméride, al ofrecer una entretenida y triunfal tarde de toros. 

Morante llevó a cabo una primera faena de destellos muy toreros tanto con el capote como con la muleta ante un 'jandilla' en el límite de la raza y de las fuerzas. Faltó unidad y, sobre todo, continuidad, pero hubiera tocado pelo de no fallar con los aceros. 

Los sones del "Concierto de Aranjuez" pusieron un ambiente precioso a la faena de Morante al cuarto, toro manso, sin clase ni finales, pero al que el de la Puebla del Río pegó muletazos cumbres. Erguida la figura, la barbilla encajada en el pecho y la torería más absoluta brotando como por arte de magia. Cortó la oreja de más peso de la tarde. 

El Juli se mostró dominador frente a su primero, al que hicieron más sangre con la divisa que en el caballo. Un quite por lopecinas llevó ya el fervor a los tendidos. La faena de muleta estuvo presidida por el temple, la suavidad y la variedad ante un toro que, pese a su nulo castigo en varas, le costó emplearse por su escasez de raza. Cortó una oreja. 

Otra más obtuvo el madrileño del buen quinto, con el que volvió a exhibir su autoridad en una labor muy comunicativa y de pocas sutilezas, y en la que hizo un desglose de pases de todo tipo, en el que no faltaron circulares, molinetes y otros alardes que acabaron por entusiasmar a una parroquia totalmente entregada con él. 

El empaque y la elegancia fueron los mimbres de la primera faena de Manzanares ante un toro que tuvo más codicia que sus hermanos y con el que el alicantino puso ambiente de frenesí desde el primer muletazo hasta la soberbia estocada final. 

Hubo momentos de notable ritmo y expresión, sobre todo por el derecho, por donde las tandas salieron más compactadas y rotundas, amén de un descomunal cambio de mano en el epílogo. Otra cosa fue ajuste, la hondura. Las dos orejas cayeron casi a la vez. 

El sexto fue el mejor de la corrida. Y Manzanares lo toreó a placer especialmente de mitad de faena en adelante. Nuevamente hubo cosas sueltas sensacionales, sobre todo los de pecho y otro cambio de mano que todavía dura. 

Pero más allá del análisis de la faena, que tuvo sus altibajos, lo más importante es que la gente disfrutó mucho. Otras dos orejas para él, y el toro premiado con la vuelta al ruedo en el arrastre. 

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