Curro Romero

60 años de la alternativa de ‘El Faraón de la armonía'

  • Curro Romero cumple este 18 de marzo seis décadas de doctorado

Curro Romero, en una de sus últimas actuaciones en 'su' plaza de toros de Sevilla.

Curro Romero, en una de sus últimas actuaciones en 'su' plaza de toros de Sevilla.

La tarde del 18 de marzo de 1959, con un precioso terno de color caña, Curro Romero era investido doctor en tauromaquia con el toro Vito en la plaza de toros de Valencia, donde había triunfado en septiembre del año anterior en su etapa de novillero. Como padrino, el toledano Gregorio Sánchez y de testigo el ecijano Jaime Ostos. La corrida no embistió y fue el primer paso para continuar ese año el Domingo de Resurrección en Málaga y sumar dos corridas en su Feria de Abril de Sevilla.

Romero vive hoy en Camas rezumando su agigantada figura de artista singular. En cierta ocasión me contó que la base para llegar a serlo es la fidelidad a uno mismo, aunque el tributo para el triunfo sea mayor. Ya Rubén Darío escribió que Wagner le dijo a su discípula Augusta Holmes: “Lo primero, no imitar a nadie, y sobre todo, a mí”.

Por esa senda de la singularidad, aquel muchacho que trabajó en la finca Gambogaz y fue recadero en sendas farmacias de La Pañoleta y Camas, llegó a triunfar con sello propio y ser calificado por el crítico Gonzalo Carbajal como El Faraón de Camas por su empaque torero y su lugar de nacimiento.

Esa filosofía se convirtió en una religión para sus partidarios que han vivido sus éxitos y fracasos hasta límites insospechados, como aquel aficionado al que escuché en La Maestranza:

-¡Mañana va a venir a verte tu madre!

Y cuando se marchaba volvió sobre sus pasos para gritar con más fuerza:-¡¡¡...Y yo!!!

Curro Romero siempre ha pensado que por encima de la cantidad está la calidad. Por eso, sus temporadas no estaban cargadas de festejos; pese a que le sobraban ofertas de contratación. Y ha mostrado su arte, principalmente, en escenarios de primer orden: Madrid y Sevilla son sus plazas. Aunque no es amigo de estadísticas ahora que se cumplen estos sesenta años de alternativa hay que recordar que hasta que se retiró el 22 de octubre de 2000 en la recoleta plaza de La Algaba sumó siete Puertas Grandes en Las Ventas y cinco Puertas del Príncipe en La Maestranza en su dilatadísima carrera. Una trayectoria para la que, además de arte, hace falta una capacidad de sacrificio fuera de lo común sustentada en una afición infinita.

Cuando se fijó en el toreo de capote de Salomón Vargas no quería copiar el vuelo de aquella capa, si no ir más allá, aprehender el alma de la composición de una verónica, desgranando cómo cogía aquel torero gitano el capote, cómo lo movía y cómo se movía; pero haciéndolo suyo. Una vez conocida la raíz, dio forma a su singular verónica sin buscar la variedad. “Eso del capote para acá, para allá... sale uno mareao. Lo esencial es la verónica”.

Si Platón inmortalizó aquella primera Academia donde se encumbraron grandes filósofos, Curro Romero –por cierto, académico de la Real Academia de Bellas Artes de Santa Isabel de Hungría de Sevilla– ha aportado en los ruedos, con la magia de su toreo, la dialéctica de la suavidad con la que movía su capotillo o conducía embebido al toro tras su muleta. Es, en cierto modo, un académico de la armonía. Una armonía de sentimientos producida por la plástica de sus lances y muletazos. Una alternancia de quietudes y leves movimientos, de valor y de caricias.

Y es que Curro Romero, que siempre buscó la despaciosidad y el arte en su toreo, como aquel Filolao de Crotona, allá por el siglo V antes de Cristo, siempre ha tenido presente que ‘Todo se hace por armonía’.

Por ello, por encima de todo, podemos afirmar que la pirámide artística y filosófica de Curro Romero El Faraón de Camas, en este 60 aniversario de su alternativa, está enmarcada por esa majestuosidad torera que le corona también como El Faraón de la Armonía.

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