Toros

Zaragoza gozó con un bravo Parladé y una faena grande de Fandiño

Iván Fandiño, que finalmente se quedó sin premio tangible, realizó ayer en Zaragoza un generoso esfuerzo ante dos toros muy exigentes: uno de Parladé, premiado con la vuelta al ruedo, y otro Núñez del Cuvillo, castigado a banderillas negras.

Cuatro toros de Núñez del Cuvillo, desiguales de presencia y de escaso juego, salvo el primero, bravo y con clase. El manso sexto fue condenado a banderillas negras. Y dos de Parladé: el hondo tercero, de desbordante bravura y premiado con la vuelta al ruedo, y el serio cuarto, sustituto de uno de Cuvillo devuelto, manso y rajado.

Juan José Padilla: pinchazo y estocada contraria (ovación tras aviso), y dos pinchazos, estocada honda desprendida y tres descabellos (silencio tras aviso).

Manuel Jesús El Cid: pinchazo y estocada (silencio), y estocada y descabello (silencio tras aviso).

Iván Fandiño: dos pinchazos y estocada tendida (vuelta al ruedo tras aviso), y estocada atravesada tendida y seis descabellos (silencio tras dos avisos).

El lote ante el que Iván Fandiño hizo ayer en Zaragoza un generoso esfuerzo lo compusieron dos toros de acusados contrastes: uno de bravura desbordante y otro de peligrosa mansedumbre.

El bravo fue un serio cinqueño de Parladé que se fue suelto del peto y amagó por un momento en banderillas con irse rajado a las tablas. Nadie podía sospechar entonces que durante los diez minutos siguientes ese Duermevela iba a ser en la muleta de Fandiño tal torrente de bravura. No paró de embestir con una fuerza desbordante e incansable, volviendo una y otra vez a atacar la tela de un matador que, desde el primer momento, cuando abrió la faena a pies juntos, dejó ver las virtudes del animal con mucha generosidad.

Pero Fandiño tuvo que emplearse a fondo para que el toro no se le remontara, intentando siempre someterlo con la mano baja en busca de un imprescindible mando sobre las embestidas que no siempre encontró.

El público zaragozano vibró con la determinada firmeza de un torero que nunca se arredró, y también con la gran emoción generada por una bravura que nunca bajó de intensidad.

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