Toros

Roca, único trofeo en festejo gris

  • Una mala corrida, en su conjunto, de Zalduendo marca el rumbo negativo del comienzo de la Semana Grande de San Sebastián

  • Morante, silenciado y Ginés Marín, ovacionado

Andrés Roca Rey, en un muletazo por la espalda, cortó la única oreja de la tarde.

Andrés Roca Rey, en un muletazo por la espalda, cortó la única oreja de la tarde. / juan herrero / efe

La Semana Grande de San Sebastián comenzó con mal pie. Tarde en la que prevaleció el aburrimiento, con una corrida de Zalduendo de desiguales hechuras y mal juego en su conjunto que marcó negativamente el rumbo de un espectáculo sin apenas contenido artístico, en el que Morante, con un mal lote, se inhibió y se fue en blanco entre las protestas del público; Roca Rey fue premiado con el único trofeo concedido, tras una digna actuación y Ginés Marín, que estuvo dispuesto, fue ovacionado en su lote.

Morante de la Puebla, con un mal lote, no hizo nada reseñable. Con el montado, flojísimo y parado primero abrevió y falló con los aceros.

Al cuarto, que se defendía, Morante le quitó las moscas y volvió a matar pésimamente.

El segundo toro fue devuelto por su excesiva flojedad. Roca Rey corrió turno y salió como segundo bis el quinto, un animal bastote, que acudió bien al capote y con celo y movilidad tras la muleta. En el capote se vivió un momento interesante cuando Ginés Marín hizo un arriesgado quite por saltilleras, cambiando el viaje al toro, al que replicó Roca por el mismo palo y en la larga distancia. Escucharon sendas ovaciones; de las más sonoras de la tarde. El limeño, con frescura y valor, realizó una labor entonada en los medios, que caló en el público por su quietud, que comenzó en los medios, con la diestra, alternando un par de muletazos por la espalda, y que cerró con circulares invertidos y un ramillete de manoletinas abrochado con un sorprendente fallero. Mató de pinchazo en los bajos y media estocada y fue premiado con una oreja.

Con el feo y corniabierto quinto, que se defendía, Roca Rey apostó fuertemente en un trasteo meritorio, que no remató adecuadamente en la suerte suprema. El tercero, flojo, sin picar, acometió con movilidad en una labor desigual de Ginés Marín en la que faltó mando. Lo mejor, un par de naturales. El jerezano asustó con unas bernadinas ceñidísimas. Y mató mal.

El sexto astado, pronto, repetidor, sin clase, se apagó de inmediato. Marín realizó una entonada labor, con temple, que comenzó con doblones y cerró con un desplante arrojando la muleta. De nuevo, le faltó contundencia con la espada.

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