toros | 1ª de abono

La Plata para Benítez en su tierra

  • Juan Carlos Benítez cortó una oreja a la mansa novillada de La Plata

  • Francisco Morales toreó con temple y gusto al noble quinto, siendo cogido feamente en la suerte suprema

  • Lavado se estrelló ante un rajado con peligro y Márquez demostró oficio

COMO los nazarenos en un Domingo de Ramos, el paseíllo se dispuso entre un mar de alamares oros con sello malagueño. Los orígenes estaban ahí, en un escuela de valores que poco a poco fueron abandonando para, llegado el momento, hacerle frente a los de las patas negras y los pitones claros. Aunque esto de los colores sea un decir.

Santana lanceó con suavidad al primero de la tarde. Hondo, con caja y que salió templado. Cumplió en el caballo y brindó a sus compañeros de terna. Se arrancaba el de La Plata con prontitud y alegría, acompañando las embestidas con unos ayudados por alto hasta sacarlos al centro del ruedo. Tras una tanda por el derecho en la que compuso la figura con elegancia, el animal comenzó a tardear y la faena perdió ritmo y orden. Tan solo algunos retazos de torería que destellaron en una atmósfera de desaire. Recién ordenado el primer aviso, Santana estoqueó en falso y tuvo que volver a entrar, dejando la espada contraria y atravesada. Sonaron las palmas para el novillo de La Plata y el novillero recibió la ovación desde el tercio.

Curro Márquez toreó de salida al burraco segundo con un variado saludo capotero rematado con una serpentina ejecutada con los buenos trazos de la vistosidad. Volteó el novillo feamente tras salir del caballo. Lavado lanceó con suavidad a la verónica y se gustó en la media, rematada con garbo en el costado. Brindó al público y sometió de salida por bajo a su oponente. El mansito, con un fondo de nobleza, no permitía brusquedades. Márquez le buscó los muletazos por ambos pitones, consiguiendo los momentos más destacables al natural hasta que el animal acabó rajándose.  Por el derecho, pese a la correcta composición de la figura, faltó algo de temple. Cerró por manoletinas para, acto seguido, tirarse derecho a matar. Cayó el animal sin puntilla a los pocos segundos y desde los tendidos se pidió la oreja que quedó en vuelta.

Recogió Lavado al manso para mantenerlo en el capote, pero el de La Plata huía de la pelea. Apunto estuvo de arrollar al banderillero en el tercio  de varas. Le echó la cara arriba a Ángel Luis Mayoral en banderillas y no tuvo posibilidades Lavado con la muleta. Manso y gazapón, huyó en carrera dejando entrever momentos de peligro. Acertadamente se tiró en la suerte contraria y dejó media trasera. Los pitos sonaron para el novillo y Lavado recibió la ovación del público.

Ante el túnel de la oscuridad con las rodillas hincadas en el suelo, Juan Carlos Benítez esperó en la impaciencia de la tensión a que el cuarto saliera por chiqueros para ejecutar una larga cambiada, entre esos tiempos en los que la soledad transcurre de manera distinta. Lo dejó en suerte y Manuel Sánchez picó con acierto. Levantó los olé en el tercio de banderillas destacando el tercer par al quiebro. Brindó al público para torear en redondo, manteniéndolo en el terreno adecuado para evitar la huida del manso, que contaba con media arrancada noble, sin terminar de humillar pero potable. Lo aprovechó Benítez, poniendo voluntad y dejándose coger al entrar a matar. Dejó media que le valió una fuerte oreja.

Al quinto le faltó fuerza. Lo recibió Morales con verónicas de corte clásico que gustaron. Perdió las manos durante el segundo tercio pero desde la presidencia se dio la orden de mantenerlo en el ruedo.

Por doblones, el de Carratraca lo sacó al centro del ruedo, donde le cuajó varias tandas templadas y profundas por el derecho. En los detalles que llenaron los espacios vacíos dejó ver gestos de torería. Resonaron los olé con los molinetes finales que vinieron acompañados de un pinchazo.Tras un pinchazo, quedó feamente prendido del pitón. Volvió a matar y dio la vuelta al ruedo.Samuel Ortiz recibió al último a portagayola. A la verónica, el de Ordóñez comenzó a pararse y a evidenciar su mansedumbre y falta de fuerza. Reinó el caos durante el tercio de banderillas, sin fijarse los terrenos ni las embestidas del animal. Se quedaba corto el último en cada muletazo, sin humillar en el último tramo de la faena. Le aguantó las inciertas acometidas en el tercio. Pinchó y dejó una estocada trasera. Saludó y ahí quedó todo.

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