Sanfermines | Octava corrida de la Feria del Toro de Pamplona

Padilla cede el testigo a Roca Rey

  • El jerezano, que se despedía de la plaza navarra, y el limeño, nuevo ídolo en este coso, cortan tres orejas cada uno y salen a hombros

  • Cayetano consigue un trofeo

  • Corrida de Jandilla, bien presentada y de muy buen juego en su conjunto

Padilla, en la vuelta al ruedo tras cobrar dos orejas de su primer toro en su despedida de Pamplona.

Padilla, en la vuelta al ruedo tras cobrar dos orejas de su primer toro en su despedida de Pamplona. / Jesús Diges / Efe

A estas horas seguro que todavía resuenan en el cerebro de Juan José Padilla los gritos de “¡Illa, illa, illa, Padilla maravilla!” que coreaban veinte mil gargantas en el coso de Pamplona, cuando el jerezano hacía el paseíllo y ondeaban las banderas de pirata que pusieron en boga en esta plaza, su casa desde hace dos décadas. Padilla, que reaparecía tras su dramático percance en la cabeza, con pérdida de cuero cabelludo, vestía de blanco y oro y coronaba su cabeza con un pañuelo negro que, añadido al parche en su ojo izquierdo, lo convertía más pirata que nunca en su despedida del coso navarro.

Todos se subieron al bajel de Padilla –incluido el presidente–, quien no defraudó en la travesía. Con cuatro cañonazos en forma de cuatro largas cambiadas de rodillas asaltó al primero. Animó a la tropa navarra con el quite de esta tierra. Banderilleó con soltura;el último al violín, suerte en la que fue cogido en Arévalo. Se entregó con la franela en una faena que comenzó de rodillas y en la que lo más destacado lo hizo con la diestra. Y mató al primer envite para cobrar como tesoro dos orejas del bravo toro de Jandilla, que embistió con movilidad y nobleza; ovacionado por el público y el propio torero.

Con la Puerta Grande asegurada, Padilla navegó con más reposo ante el cuarto, noble y repetidor, que persiguió bien las telas. El Pirata pasó apuros en el comienzo de faena en unos pases de rodillas. A medida que se fue centrando logró algunos muletazos de buena factura por ambos pitones. Mató de estocada hasta la mano y fue premiado con una oreja, con la que dio la vuelta al ruedo a los gritos de “¡Illa, Illa...!”. Ondeando dos banderas piratas, Padilla se arrodilló, besó la arena y se llevó un puñadito como recuerdo de una plaza donde le aman y llegaron a corear varias veces:“¡Padilla, quédate... Pa-di-lla, qué-da-te!”.

Cayetano, con entrega, consiguió un trofeo del quinto, un toro cinqueño, cuesta arriba, de buena condición y que contó, especialmente, con un gran pitón derecho. Lo recibió con una larga cambiada de rodillas y realizó una faena desigual, destacando en algunos naturales. Una estocada contundente fue decisiva para que cobrara una oreja.

Al segundo, bajo, montado, cornidelantero y sin entrega, Cayetano lo recibió con una larga cambiada de rodillas y logró los mejores pasajes con una serie zurda en una labor en la que faltó en su conjunto ajuste. Mató de pinchazo y estocada para ser ovacionado.

Andrés Roca Rey, de nuevo con valor y buen toreo, conquistó al público. Ante el tercero se marcó un gran quite. Escalofriante comienzo de faena con un estatuario, sufriendo un pitonazo en la cadera. El torero se levantó como si nada y toreó. Lo hizo con ambas manos en una faena medida, con temple y gusto, con buen juego de cintura y de muñecas, en la que brilló especialmente en una serie con naturales de mano baja. Cerró con bernadinas y mató de pinchazo y estocada para cobrar una merecida oreja.

Con el sexto, bien hecho y exigente, Roca se mostró variado con el capote –impresionó con unas gaoneras– y realizó una faena notable por su firmeza, enmarcada en un toreo ceñido, con ligazón, improvisación y recursos, como cambios de mano y pases por la espalda. Si con la diestra dibujó muletazos mandones, con la zurda llegó a dibujar algunos naturales sueltos de categoría. Como contrapunto, únicamente un desarme. Mató de estocada y cobró dos orejas.

La imagen del cierre, con Padilla y Roca Rey a hombros en el centro del ruedo, abrazados, nos habló de que El Pirata cedía el testigo de ídolo de Pamplona a un limeño afincado en tierras sevillanas, que en sus dos tardes en estos Sanfermines ha salido a hombros en ambas ocasiones.

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