Toros

Oreja para Marín y Ureña sufre un fuerte percance en un ojo en Albacete

Paco Ureña, citando con la muleta, tras un pitonazo en la base del ojo izquierdo que sufrió cuando lanceaba.

Paco Ureña, citando con la muleta, tras un pitonazo en la base del ojo izquierdo que sufrió cuando lanceaba. / Manu / Efe (Albacete)

Una oreja a cargo de Ginés Marín fue el pobre balance artístico de la séptima de feria de Albacete, una tarde de mansos y en la que Paco Ureña sufrió un fortísimo percance en el ojo mientras saludaba de capote al cuarto, sin duda, el pasaje más triste y destacable de tan decepcionante función.

Ureña no tuvo prácticamente enemigo en su primero, un toro sin casta y al que le costaba un mundo tomar los engaños. El lorquino anduvo muy dispuesto en todo momento, robándole los muletazos de uno en uno, algunos de ellos muy buenos por el empaque y la torería que tuvieron, aunque sin llegar a redondear faena por falta de oponente. Faltó contundencia con los aceros y fue ovacionado.

El susto de la tarde llegó cuando el cuarto le pegó un fuerte pitonazo a Ureña en el pómulo cuando lo saludaba con el capote. Los médicos le atendieron en un primer momento en el callejón y el murciano volvió a continuación al ruedo con el ojo izquierdo hinchado y muy amoratado, igual que si hubiera recibido un gancho de derecha.

Paco Ureña fue intervenido en el Hospital General de Albacete

Tremendo el gesto del murciano, que sin ver de un ojo desoyó las voces que le decían que marchara a la enfermería para llevar a cabo una faena de mucho pundonor y vergüenza torera ante otro toro de poco contenido. Pudo haber tocado pelo si no llegar a fallar a espadas. La ovación que se llevó camino a la enfermería llegaba hasta su Lorca natal.

Álvaro Lorenzo se estrelló de bruces con el segundo de corrida, un astado también descastado y remiso, muy reservón, a la defensiva y sin ánimo alguno de embestir. El toledano lo intentó por activa y por pasiva, pero ni así pudo sacar nada el claro de tan deslucido alcurrucén, con el que se acabó atascando con los aceros. Silencio en filas tras un recado presidencial.

Peor aún anduvo manejando la tizona en el quinto, con el que tuvo que hacer un gran esfuerzo hasta acabar pasando las de Caín con el descabello. Hasta doce golpes tuvo que dar hasta dar muerte al alcurrucén, dando tiempo a que sonaran dos avisos. Ginés Marín parecía encarrilar la tarde en el tercero, que tuvo nobleza aunque le faltara codicia para perseguir las telas. Pero el jerezano, aunque extremeño de adopción, anduvo muy solvente con él, e inteligente también para aprovechar las cortas acometidas del animal a base de no darle ni un solo respiro, llevándole muy tapado siempre.

Los mejores muletazos brotaron al natural, pero también gustaron los finos adornos que realizó como los cambios de mano, la trinchera o el de la firma. Espadazo al primer envite y oreja para él. No pudo redondear el triunfo con el manso y violento sexto, con el que bastante hizo con salir indemne de semejante trago.

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