Toros

Javier Jiménez alcanza la gloria en Madrid y Galván es ovacionado

plaza de las ventas Ganadería: Toros de Antonio Bañuelos, bien presentados, muy parejos de hechuras, nobles, con fijeza, bravos en conjunto y de muy buen juego en el último tercio. La excepción fue el parado y rajado cuarto. Aplaudidos los otros cinco arrastres. TOREROS: David Galván. Pinchazo, y estocada contraria, trasera y atravesada (ovación tras aviso); y dos pinchazos, media atravesada y descabello (palmas tras aviso). Emilio Huertas, que confirmaba alternativa. Media tendida y atravesada, estocada trasera, y larga y penosa agonía (ovación tras aviso); y estocada trasera y caída (vuelta al ruedo tras petición). Javier Jiménez. Estocada (oreja); y casi entera tendida (oreja). INCIDENCIAS: Plaza de toros de Las Ventas de Madrid. Un cuarto de entrada en tarde calurosa,En cuadrillas, José Otero, que destacó en la brega al primero, se desmonteró también tras banderillear al quinto; y Juan José Esquivel picó muy bien también al segundo.

El diestro Javier Jiménez salió a hombros en la última corrida de toros del mes de agosto en Las Ventas, una tarde en la que los extraordinarios toros de Antonio Bañuelos fueron también grandes protagonistas del espectáculo. La tarde en Las Ventas no hizo más que confirmar la teoría de que dos polos opuestos, irremediablemente se acaban atrayendo.

Por un lado estuvo la ganadería burgalesa de Antonio Bañuelos, que un año más volvió a triunfar, y de qué m anera, en la canícula madrileña. Qué pedazo de corridón de los denominados toros del frío, que hoy, lejos de hacer honor a su apelativo, pusieron por las nubes el termostato de la plaza de Madrid.

Y por otro hubo un torero sevillano, de Espartinas, llamado Javier Jiménez, que nuevamente gustó, convenció y, lo que es mejor, triunfó de verdad y lo grande. El norte y el sur de la geografía española, en perfecta comunión.

El primero del sevillano, tercero de corrida, pese a mansear en los primeros tercios, rompió a bueno en la muleta de un Javier Jiménez muy templado y capaz. El secreto era no quitarle nunca la muleta de la cara, así el de Bañuelos no cesaba de embestir, y por abajo, hasta que lo despedían con el de pecho. Destacó sobre ambas manos, pero especialmente buenas fueron dos tandas al natural, llevando al toro con largura, a cámara lenta y mucha profundidad. Muy de verdad. Como si estuviera de salón. Gran estocada y oreja de ley.

Con las ideas claras, directas a la puerta de la gloria que desembocan en la calle Alcalá salió Jiménez en el sexto, otro bañuelos de tremenda clase y bravura al que ya cuajó con elegancia en el recibo de capote. Precioso fue el prólogo con la franela, aunque lo mejor vino con un toreo fundamental cadencioso y limpio, hondo y perfectamente hilvanado. Todo muy conjuntado, muy rotundo y a más, con mucho gusto y aroma también en la interpretación. Sensacional Jiménez, de lo mejorcito que se ha visto este año en Madrid, como sensacional fue también el toro, de indulto en cualquier plaza de segunda. Se tiró con el alma detrás de la espada y para él fue el cielo de Madrid.

David Galván volvía a Las Ventas después de la tarde de triunfo y sangre del pasado Domingo de Ramos. Su primero fue un toro encastado y duro en los primeros tercios, y exigente también en el último y definitivo. La apuesta de Galván fue total, muy quieto y cruzado para extraer muletazos sueltos de impecable factura. Se le vio muy asentado y solvente a Galván, que, aún sin llegar a compactar faena, pasó la prueba con nota.

El cuarto, que a punto estuvo de echarse a los lomos a Galván en el capote, fue el garbanzo negro del envío. Un toro manso, muy agarrado al piso y defendiéndose también con mal estilo hasta que se rajó definitivamente. Difícil papeleta para el joven espada de San Fernando, muy tesonero en una larga e ingrata porfía.

Noble y con fijeza, aunque no sobrado de fortaleza, fue el toro de la confirmación de Emilio Huertas, un animal que se movió con buen aire en el último tercio y al que el ciudadrealeño instrumentó una labor un tanto deslavazada. Le faltó pulso y, sobre todo, ajuste, no pecar tanto del toreo al hilo y para fuera.

Y algo parecido le ocurrió en el quinto, otro toro de excelsa calidad en sus vibrantes y encastadas embestidas, al que volvió a torear sin apreturas, acompasando y sin ser capaz de bajar la mano.

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