Toros

Garrido, contundente en Bilbao

séptima de las corridas generales de bilbao Ganadería: Corrida de Fuente Ymbro, seria, bien armada y en su conjunto muy descastada; siendo los menos malos, tercero, que aunque con calidad, duró poquísimo por su flojeadad y el sexto, con movilidad, aunque sin clase. TOREROS: Sebastián Castella, de azul y oro. Pinchazo hondo y dos descabellos (saludos tras ovación). Pinchazo chalequero y estocada en el sótano (silencio). Miguel Ángel Perera, de verde y oro. Estocada (saludos tras ovación). Estocada (silencio). José Garrido, de azul y oro. Pinchazo hondo y descabello (saludos tras ovación). INCIDENCIAS: Plaza de toros de Vista Alegre de Bilbao. Más de media entrada. José Chacón saludó en banderillas en el primer toro y Curro Javier y Guillermo Barbero en el segundo, José Garrido salió a hombros por la puerta grande de Vista Alegre.

Cuando el hastío se había apoderado de la plaza de Vista Alegre, con una corrida de Fuente Ymbro seria, con mucha leña, pero sin casta, José Garrido, que el día anterior ya había apuntado una importante dimensión, impactó por su firmeza, de auténtica figura, ante un toro complicado al que hizo frente con raza y poder.

Garrido despertó de la modorra al público bilbaíno con una gran faena a un sobrero, como sexto bis, del hierro titular, que sustituyó a un animal devuelto tras fuertes protestas. Este sobrero, con trapío, como toda la corrida, embistió con movilidad, aunque sin clase alguna. El pacense, con garra, firmeza y fe en sí mismo, fue imponiéndose al animal. Con la derecha dibujó muletazos mandones. Pero fue con la izquierda donde los naturales, de máxima categoría, prendían la mecha y ardía la plaza con ovaciones estruendosas. En una de las series de mano baja se impuso totalmente al toro. En otra voló con gracia la tela. Cuando ya tenía al toro y al público metidos en el bolsillo, se echó de rodillas para torear, también con verdad, con la diestra. Un molinete o un pase del desprecio fueron añadidos caros a una faena que remató de una gran estocada y que el presidente, con el público enfervorecido, premió del tirón con las dos orejas.

El resto del espectáculo fue tedioso al máximo. El propio Garrido, ante su primero, flojísimo y manso, cuya labor brindó a Pedro Gutiérrez Moya Niño de la Capea, se entregó ante un ejemplar sin posibilidad de lucimiento en una labor seria, que cerró con un importante arrimón. Precisó del descabello tras un pinchazo hondo.

Sebastián Castella, con el paradote que abrió plaza apenas dejó huella. Con el cuarto, muy descastado y mansísimo, comenzó su labor sentado en el estribo, pero las condiciones del astado hicieron imposible el lucimiento. Para colmo, el francés mató pésimamente. El banderillero camero Isaac Mesa se lesionó un tobillo al salir de un par.

Miguel Ángel Perera se las vio con el único toro con calidad del encierro, el segundo, un animal muy flojo, que duró un suspiro. El pacense toreó con variedad capotera y comenzó el trasteo con muletazos a pies juntos e intercalando uno por la espalda. Ya en las afueras toreó sensacionalmente con la diestra, con muletazos suaves y de mano baja. Pero cuando tomó la franela en la izquierda, el toro ya no se tenía en pie. A Perera no le quedó otra que entrar a matar, lo que hizo con una estocada. Con el quinto, que acometía a cabezazos, no tuvo la más mínima oportunidad.

Gran tarde de Garrido, en figura, quien con firmeza y poder obtuvo un éxito contudente.

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