Obituario

Emilio Oliva Fornell: hasta siempre, maestro

  • Emilio Oliva (hijo) evoca las últimas palabras y la personalidad del legendario torero chiclanero

Emilio Oliva Fornell

Emilio Oliva Fornell

Escuché atento tus últimas palabras antes de marchar: “Ésta es la cornada más grande que he tenido, pero este vallao me lo salto yo”; y entonces me di cuenta de cuánto sentido tenían las palabras que nos repetiste durante toda la vida: “Hay que ser torero dentro y fuera de la plaza”. Así es, y así fuiste: torero hasta el final. Mostraste valor y elegancia en cada pase de tu vida, valor hasta tu último suspiro, dándonos a todos tus hijos, de nuevo, una lección que nunca olvidaremos.

El toro era tu vida, y así nos lo inculcaste. Como a ti te gustaba decir: la mejor escuela taurina la he dirigido yo en mi casa, educando a cuatro toreros. Y llevabas razón, supiste enseñarnos valores que hoy en día están casi perdidos. Supiste enseñarnos lo importante que es el sacrificio cuando uno persigue un sueño. Nos reñías una y otra vez para que no nos distrajeran las cosas de la juventud, para que no nos desviáramos del camino de la seriedad, el único camino que nos llevaría a triunfar en una plaza.

Cuánto sentido tenían tus palabras: “Hay que ser torero dentro y fuera de la plaza”

Respeto, esa es otra de las palabras que nos grabaste a fuego y que definen tu figura. “Titi, hay que saber estar en los sitios y darle a la gente su lugar”. Ese eras tú. No soltabas el capote nunca, ni dentro ni fuera de la plaza, a cada cual supiste darle su sitio. Sabías llegar a la gente y ganártela, no en vano, eres el torero de tu pueblo y así te lo demostraron los chiclaneros el día de tu despedida.

Valor. “La vida hay que cogerla de frente y por derecho”. Valor hasta el final. A lo largo de tu vida has visto la muerte de frente y le plantaste cara. Has visto la soledad y le ganaste la partida, has sufrido el dolor profundo y supiste decirle que no podría contigo.

A tu manera, con tu dureza, con tu coraza torera, nos transmitiste el amor, no sólo de un padre, sino de un maestro, de una figura a seguir. Marcaste nuestra vida, nos abriste el camino que luego, cada uno de nosotros, recorrió a su manera. No puedo decirte adiós, padre, como nadie en tu pueblo te dice adiós, sólo podemos decirte hasta luego. Adiós se le dice a quien no vas a volver a ver, y tú, por suerte, no vas a dejar de estar presente. Estás presente en la personalidad de cada uno de tus hijos, estás presente en nuestros actos, en nuestras reacciones y en nuestras decisiones ante la vida. Estás presente en tu pueblo, en tu calle La Vega, en esa esquinita tuya que nadie olvida, donde todavía te vemos sentado, cigarro en mano, con tu elegancia torera, con tu saber estar, con tu manera, tan tuya, de calar en el corazón de tu pueblo.

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