Las Ventas | Undécima corrida de la Feria de San Isidro

David de Miranda impacta

  • El onubense abre merecidamente la Puerta Grande de Las Ventas tras una faena excelsa, con quietud y ligazón ante un gran ‘Despreciado’

David de Miranda en su salia a hombros de la plaza de toros de Las Ventas.

David de Miranda en su salia a hombros de la plaza de toros de Las Ventas. / Ballesteros / Efe

Las Ventas, donde se colgó una vez más el cartel de No hay billetes, tributó al término del paseíllo una ovación de órdago a Paco Ureña, quien retornaba a la plaza madrileña tras el gravísimo percance por el que perdió el ojo izquierdo el año pasado en Albacete. Con el murciano, habían encabezado el desfile El Juli y David de Miranda.

La corrida de Juan Pedro Domecq, de desiguales hechuras y juego, tuvo como mejor toro al sexto. Con ese animal, 'Despreciado', –al que se trató como tal y que mereció mayor reconocimiento–, que con 605 kilos no estaba atacado y embistió con bravura y clase de manera incansable, David de Miranda lo bordó. Lo recibió de manera inusual, con un par de cordobinas. Como un poste, se marcó unas gaoneras de infarto. El diestro onubense, muy firme, con quietud realizó una faena basada en la ligazón, con muletazos sumamente ceñidos. La apertura, desde lejos, alternando pases por la espalda, electrizó al tendido. Con la derecha hubo muletazos largos en varias series en las que empalmaba los pases con una emotividad que coreaba con oles el público. En una de ellas intercaló una arrucina, asombrando más si cabe al respetable. Con la zurda también caló en los tendidos. Todo eso con el viento y... las zapatillas asentadas, atornilladas. Las bernadinas ceñidísimas fueron un epílogo de obra magna. Se tiró con decisión en la estocada. Y Las Ventas pidió con fuerza, ondeando pañuelos blancos y con gritos de “¡Torero, torero!” las dos orejas que el presidente concedió. Lo más impresionante es que este torero de Trigueros, que estuvo a punto de acabar tetrapléjico por un terrible percance, sin apenas estar placeado como matador se ha ganado un puesto entre los de arriba.

Con anterioridad, David de Miranda, de inmaculado blanco y oro, había confirmado la alternativa con Molador, castaño, de 541 kilos, hondo, que únicamente tuvo fachada. Con viento y bemoles, tras recibirlo por delantales, el onubense se quedó quieto en un quite por saltilleras. El Juli le cedió los trastos a David de Miranda quien tras una media docena de estatuarios y un pase del desprecio se encontró con que aquel animal noble, que acudía con prontitud, apenas tenía poder.

El Juli tuvo un mal lote. Ni con su descomunal oficio pudo lucirse ante el segundo, feote, manso, flojo y que se defendió en la muleta. Para colmo, el viento.

El cuarto, con una grave lesión en una mano, fue devuelto en la muleta por la autoridad para no echarse al público encima ¡Toma ya! Saltó como cuarto bis un castaño enorme, a un quilo de los seiscientos, cinqueño y con cara de viejo. El Juli se esforzó en una labor muy extensa por agradar ante un animal noblote que protestaba algunas veces. Mató mal.

Paco Ureña fue acogido en su retorno a Las Ventas de manera muy cariñosa, respondiendo el torero con ese toreo suyo en el que busca siempre la pureza. Recibió con buenas verónicas y una preciosa media al tercero, que embistió con clase. Preciso comienzo de faena, que brindó al público. El diestro consiguió los mejores momentos al natural –el mejor pitón del toro, el izquierdo–. Pese al viento logró una serie con ligazón y mando de gran altura. Por el derecho, se quedaba corto el animal. Faena exponiendo que rubricó con un pinchazo y una estocada. Dio una clamorosa vuelta al ruedo tras petición de oreja.

Ureña hizo frente al colorao quinto, encastado, con entrega en una faena pasada de metraje en la que siempre citó con verdad. Con el viento molestando en los momentos clave, sufrió un hachazo cuando manejaba la diestra. Por ese lado se fajó en una tanda que fue ovacionada fuertemente. Por el izquierdo fueron a más toro y torero, que dibujó varios naturales templados y de largo trazo. Mató de estocada caída y el público, cariñoso con Ureña, solicitó una oreja que fue concedida, con algunas protestas del sector crítico.

Cuando caía la tarde en Madrid, David de Miranda –tanto sufrimiento, con la amenaza de la invalidez– izaba los brazos al cielo, sonreía y era bamboleado por una multitud enloquecida que le esperaba en la calle Alcalá a los gritos de “¡Torero, torero, torero!” ¡Así se confirma una alternativa!

Comentar

0 Comentarios

    Más comentarios