El futuro de las monarquías

Los Reyes, la Unión Europea más real

  • Entre la reina Victoira de Inglaterra y los príncipes de Sajonia-Coburgo, todas las casas reales europeas están emparentadas entre sí

Felipe VI, al recibir la Orden de la Jarretera británica en 2019, de manos de Isabel II

Felipe VI, al recibir la Orden de la Jarretera británica en 2019, de manos de Isabel II / EFE

La Primera Guerra Mundial vino a pulverizar una entente de equilibrios entre los distintos imperios, reinos y principados de una Europa con ínfulas de expansión y una república francesa que huía del desastre de sus dos Napoleones. El parentesco entre los responsables de los tronos, nietos de Victoria de Inglaterra, no impidió la matanza y los viejos recelos decimonónicos desembocaron en una hecatombe que terminó de extenderse hasta los años 50.

Las monarquías que permanecieron estaban destinadas a aceptar los valores socialdemócratas, con las escandinavas en vanguardia. La actual Unión Europea se sustenta por la garantía de esas renovadas monarquías, garantes de la prosperidad, instituciones de cohesión y armonía social. La proximidad y la ejemplaridad han de ser sus constantes.

En la Europa del siglo XX las monarquías simbolizaban unión y futuro común. Junto a Francia, otras dos potencias perdedoras como Alemania (dividida en dos, además) e Italia estaban obligadas a renunciar a su pasado de emperadores y reyes.

En la actual Europa escéptica, la UE del Brexit, los populismos y la pandemia ahora son los trastataranietos de Victoria y Alberto, parientes lejanos entre todos ellos, los que han de formar parte activa de un futuro común esperanzador. La tradición y la Historia se convierten en puntales de un futuro mejor. La reunión europea de Reyes dio paso a la Unión Europea, que por solidaridad insufla oxígeno económico.

Un cuadro con la reina Victoria y el consorte Alberto de Sajonia Un cuadro con la reina Victoria y el consorte Alberto de Sajonia

Un cuadro con la reina Victoria y el consorte Alberto de Sajonia

Toda Europa pasa por la sangre de la Zarzuela. Nuestro Felipe VI, descendiente de 18 reyes españoles, es trastaranieto de la longeva emperatriz británica y del príncipe alemán (como el heredero danés y la heredera sueca), descendiente de los Habsburgo por su tatarabuela Cristina o tataranieto del infausto káiser Guillermo II por vía de su abuela Federica de Hannover. Doña Sofía aunque en el DNI figure como apellido “de Grecia”, es descendiente alemana de la casa real danesa (del principado de Schleswig-Holstein) y, por tanto, de la casa griega.

Jorge I de Grecia nació como príncipe Guillermo de Dinamarca, segundo vástago del fundador del linaje, Cristian IX, y fue tío de Carlos de Dinamarca, que llegó al trono del nuevo reino de Noruega como Haakon VII.

Felipe de Edimburgo y su esposa, Isabel II Felipe de Edimburgo y su esposa, Isabel II

Felipe de Edimburgo y su esposa, Isabel II / EFE

Nuestra reina madre (aunque ese no sea su rango oficial) es prima en segundo grado de Felipe de Edimburgo, nacido como príncipe griego de estirpe alemana y que adoptó el apellido de su tío tutor, Lord Mountbatten, para casarse con su prima tercera Isabel. El duque consorte británico, a sus 99 años, y su mujer, de 94, son los descendientes de mayor edad de la reina Victoria, a quien Isabel II hace ya tiempo que rebasó en años de reinado. El príncipe Carlos, otro trastataranieto, aún calienta el banquillo. Y tiene para rato.

Por cierto, entre las historias rocambolescas de la casa griega, el fallecimiento de un tío de doña Sofía, un monarca de breve reinado, Alejandro I. Murió al ser atacado por un macaco como los de Gibraltar que tenía uno de los sirvientes. Las mordeduras fueron fatales pero peor fue la siguiente derrota ante los turcos de quien volvió a ocupar el trono, Constantino I. El padre de la reina, Pablo I, fue coronado durante la guerra civil helena posterior a la Segunda Guerra Mundial.

Leopoldo de Sajonia-Coburgo, primer rey de los belgas Leopoldo de Sajonia-Coburgo, primer rey de los belgas

Leopoldo de Sajonia-Coburgo, primer rey de los belgas

Leopoldo de Sajonia-Coburgo, tío del consorte victoriano Alberto, fue otro príncipe alemán que tuvo la fortuna de hallarse con un reino, tras intentarlo con el Reino Unido al casarse con la malograda princesa Carlota de Gales. Rechazó la corona griega pero no pudo resistirse a la de Bélgica. Las casas de Luxemburgo y la pretendiente de Italia (Víctor Manuel de Saboya) también entroncan con este militar centroeuropeo que combatió contra las tropas del advenedizo Napoleón.

En el lado de los Borbones un primo de nuestro monarca, Luis Alfonso (hijo menor del fallecido duque de Cádiz), aspira al trono francés como duque de Anjou aunque en el Tratado de Utrecht Felipe V renunciaba para sí y toda su descendencia aspirar a ser reyes franceses.

La corona holandesa, pese a apellidarse Orange, desciende de los príncipes alemanes de Lippe y de Mecklemburgo y Felipe VI es también primo lejano de los príncipes de los minúsculos Liechtenstein y de Mónaco (en este caso por un antepasado de Baden, porque el linaje de los Grimaldi es más bien prosaico).

La unión solidaria de los países históricos de Europa se representa también a través de sus monarquías. Instituciones renovadas con sangre nueva en los siguientes herederos, con las reinas Silvia, Máxima, Letizia o Catalina de Cambridge, futura consorte, ya veremos cuándo, de un Reino Unido en desunión y apartado.

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