TV-Comunicación

Isabel Pantoja, vis a vis

  • La cantante visita a Pablo Motos y se emociona al oír a su hijo, Kiko Rivera.

Dientes, dientes. Isabel Pantoja se estiraba en su sonrisa con su enlutado brilli brilli, en una adusta alegría, pelín fingida, guapetona, con la soberbia de volver a ser con el reconocimiento de los suyos. Iba a la televisión a hablar de su disco (Hasta que se apague el sol), pero también a ser vista. A confirmar el interés. Si tras pasar por El Hormiguero Isabel Preysler se ennovió con Vargas Llosa, a saber qué puede ser de la ilustre ex reclusa, la virreina marbellí, la juglar marinera.

La madre de Kiko, el de Supervivientes. Se emocionó al oír a su retoño, el de los raps de tocino, como si no lo hubiera visto en tres siglos. Ya en su momento ambos le regalaron un minuto de oro a Telecinco. Anoche lo repetían en Antena 3. “Ay, mi niño”, le decía al plasma. Kiko, qué grande eres. Omás bien, qué grande estás. “La vamos a liar”, prometió la madre, viéndosele los empastes.

Y ante todo, soy hija. Tras los aplausos y los primeros masajes de Pablo Motos, Isabel Pantoja quiso tener un reconocimiento verbal hacia su madre, la que aún la trata “como si tuviera cinco años”, entre las risas de un plató con tomate, entregado.

Cuando sale de viaje, la tonadillera, con más de cuarenta años sobre los escenarios, llama cada dos horas a su casa. La chica que apareciera en Cantares en 1978, pan tostaíto migaíto con café, ha vivido lo que no está en los escritos.

Ante Trancas y Barrancas vuelve a sonreír, como una abuela sentada en un convite, pero ahora andará pensando de qué manera se reinventa para seguir siendo ella misma, con los discos de oro en orden, sus sonatas despechadas y sus caprichos reservados a los nietos. Llorando por Juan Gabriel, mirando frontal a la cámara, arrancándose por una balada de desamor.

Silencio, se graba. “Lo importante es la salud”, dijo como si le hubiera tocado la pedrea de la vida, lamentando no haber valorado las pequeñas cosas, como las de Serrat. Aseguró que ya no le tiene miedo a los periodistas malvados, a esos que les invita a que se compren una vida. No me vas a grabar más. Pero este Hormiguero andaba grabado.

“Tengo mi corazón tan lleno de amor que ese tipo de amor no entra ni un hilito de luz... de momento”, aclaró sobre su estado sentimental. Pero, por si hay interesados en rondarle, no aguanta unos zapatos sucios. Es un escáner detectando la pringue, dijo. Se siente frágil, pero valiente. Tiene una perrita anciana de algodón, Sissí Pantoja, con un diente como Barrancas. Y el público lo jaleaba todo. Jo, qué noche.

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