Para los que no somos de risa fácil, tanta comedia se nos empieza a estomagar. Comedia, comedia, todo es comedia. Una cosa es defender el sentido del humor y otra caer por el barranco de la televisión sin fuste alguno. Con esos antecedentes, comprenderán mi entusiasmo por los programas serios que, además de serlo, aportan un plus ofreciendo más de lo que esperas de ellos, aun siendo mucho.

Me ha ocurrido en los últimos días con Tabú y Salvados, y perdón por volver a unirlos aunque sean de distintas cadenas y productoras. En su tercera temporada dedicada a los siete pecados capitales Jon Sistiaga nos está regalando piezas de antología. Sucedió con la entrega dedicada a la pereza que, sorpresa, él decidió dedicar a la depresión. Tras aclarar que la pereza es el acto de la procrastinación, de postergar para más adelante todo lo que hay que hacer, al par de minutos de comenzar estábamos zambullidos en un tema troncal apasionante. Un retrato sobre la depresión a cargo de especialistas y de quienes la han sufrido que nos obligó a permanecer pegados a la pantalla casi sin respirar. Imprescindible.

La segunda sorpresa nos la dio Jordi Évole con la presencia del futbolista admirable y admirable persona Andrés Iniesta. Yo, que de fútbol sé tanto como de física cuántica, estuve a punto de perderme esta entrega puesto que todo lo relacionado con el planeta del balón me expulsa. Pero hete aquí que me encontré con un señor humilde y sincero que nos contó cómo afrontó su descenso a los infiernos. Debo ser el único español que no sabía que Iniesta sufrió depresión. Debo agradecerle a Évole que me pusiera al corriente.

Lo dicho, entre tanta saturación de comedia y de jijijajá las más de las veces insustancial, reconforta encontrar en el medio televisivo este tipo de vetas repletas de vida y hondura.

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