Entrevista

Carlos Areces: "A Juanjo le admiro porque no conoce el desánimo"

  • El actor y dibujante interpreta a un empresario sin escrúpulos venido a menos en la serie que ha regresado a los lunes a Telecinco

María Hervás y Carlos Areces, Amaya y Juanjo en 'El Pueblo'

María Hervás y Carlos Areces, Amaya y Juanjo en 'El Pueblo' / Mediaset

La comedia El Pueblo regresa a Telecinco, a la noche de los lunes. La serie de los hermanos Caballero, los de La que se avecina, con un recóndito lugar soriano que comienza a repoblarse con urbanitas de toda índole. Areces, que también es vecino de Montepinar, es el promotor Juanjo, un tipo dispuesto a todo para resarcirse de la burbuja inmobiliaria.

–Junto a El Pueblo tiene otros estrenos en cine acumulados con la pandemia.

–Acabo de estrenar El club del paro, tengo pendiente de estrenarse El cuarto pasajero, de Álex de la Iglesia y Espejo, Espejo, de Marc Crehuet. Y la serie Sin novedad, de HBO, que se presenta en el Festival de San Sebastián. También tengo el libro Post Mortem, Collectio.

"La muerte es una mala experiencia, lo sentimos así, y es algo oculto frente a esos difuntos fotografiados con sus familiares"

–El de las fotos de difuntos, lo más normal en su momento...

–Antes el contacto con la muerte era mucho más cercano. Ahora mismo la muerte no transcurre por el escenario principal, sino por la tramoya. Cuando alguien muere entran en funcionamiento unos operarios que se encargan de que el muerto no tenga más contacto con la gente. Ahora mueres y ya estás dentro de una caja o se te ve desde un cristal. Hace 150 años no era así. Además de que la mortalidad era más común, cuando sólo te sobrevivían unos pocos hijos. A los muertos se les velaba en casa, se les ponía en su cama...

–Se compartía con ellos ese último viaje.

–Pero no era nada premeditado. Era la rutina de la muerte, pero todo eso lo hemos perdido. Ahora para nosotros la muerte es una mala experiencia, lo sentimos así, y es algo oculto frente a esos difuntos fotografiados con sus familiares.

–¿Estamos programados en realidad para vivir un puñado de años, unos 40, nada más?

–Y en un libro que he leído recientemente se habla de que el cuerpo humano no está predestinado a morir por enfermedad. Puedes morir por un accidente pero se pueden corregir todas las enfermedades y nuestra obsolescencia programada. Se estima que en este siglo o el próximo ya puede haber personas amortales, que no inmortales. En cuanto la nanotecnología se desarrolle se podrían neutralizar todas las dolencias del cuerpo. Ahí lo dejo...

–¿Cómo se encuentra Juanjo, ese promotor inmobiliario sin remilgos?

–Juanjo tiene una mente privilegiada. Le admiro porque no conoce el desánimo. Va a recurrir en esta temporada a mil argucias para cumplir su sueño de ser millonario de la forma más obscena. Pero es una persona que no tiene escrúpulos. Todo está al servicio de sus ambiciones. Es un deleznable que no va a cejar en sus objetivos.

–Juanjo es un superviviente, de los de un ‘reality’.

–En realidad es envidiable. Siempre se levanta y siempre es capaz de tener una siguiente idea abyecta para volver a estar arriba. En el fondo yo le envidio.

–¿Se adapta siempre?

–El pueblo no es su hábitat natural pero Juanjo es flexible. Se adapta a cualquier terreno y clima y allí siembra su semilla de corrupción. No termina de cuajar en esa comunidad y está predestinado a que las cosas le vayan mal. Pero no sucumbir al desaliento como le pasa a él, es admirable.

–El mal puede vencer.

–Aunque esta serie tiene un corte familiar. En otras series, sí, absolutamente triunfa el mal.

"Yo me quedo en el pueblo del rodaje los fines de semana cuando grabamos, así puedo leer tranquilo"

–¿Quién va a ser su próxima víctima?

–Todo el que se ponga a tiro, ya lo verás. En un momento está tentado a montar un campamento infantil...

–¿Cómo fue el rodaje en ese pueblo apartado de Soria donde se graba?

–La segunda temporada fue en 2019, antes de la pandemia. En 2020 no hubo grabaciones de esta serie y acabamos de terminar la tercera temporada.

–¿En ese pueblo vivieron un confinamiento antes del confinamiento?

–En mi caso fue un retiro voluntario. Yo me quedo allí los fines de semana cuando grabamos. Encuentro allí una paz, una desconexión, que me permite leer tranquilamente libros, algo que para mí es más difícil hacerlo en Madrid. Allí donde no hay seres humanos encuentro una felicidad porque tengo más tiempo.

–¿Mejoraron allí el wifi, la conexión con el mundo?

–En los primeros años no había internet, directamente. Ahora tenemos, pero no es una buena cobertura, no se pueden ver bien las películas.

–¿Qué opina de aquello que se decía que saldríamos mejores tras esta pandemia?

–El que era un cabrón antes lo seguirá siendo. De hecho, una de las cosas que más me han sorprendido es el salvaje aprovechamiento de las vidas humanas. No es que me sorprenda del todo, porque el concepto de ser humano lo tengo muy abajo en el escalafón. Yo soy de las personas que mejor llevó todo el confinamiento y las restricciones que podáis conocer. No tuve problema en confinarme, sin tener obligaciones, aunque entiendo y apoyo a todas esas personas que sufrieron la enfermedad o se quedaron sin empleo.

–¿Se vio libre de compromisos sociales?

–Pero la vida social lejos de desaparecer, aumentó. Con gente que me interesaba y quería, sí, pero la comunicación era tan abundante que esperaba que terminara el confinamiento para ver por fin una serie a gusto. Al principio de la pandemia teníamos una necesidad de conectarnos y estábamos como en un apocalipsis, en una película... acabo de ver una película de terror que os recomiendo. Tiene gore, una resolución inverosímil pero original e interpretaciones reguleras. Para mí todo eso es fascinante. La película se llama Maligno. Me lo pasé bomba. Plan doble con la segunda temporada de El Pueblo en Telecinco.

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