La ciudad y los días

Carlos Colón

ccolon@grupojoly.com

Elogio de un costalero del Cerro

Bien por el costalero. Los 'chillíos' están desbordando la impostura chabacana para alcanzar lo ofensivo

En los yeyés años 60 y 70 de exornos florales de tropical exuberancia, pompones, serruchos y caballitos costaleros, mantillas con minifalda, Alborada gallega, La santa espina, Nit de lampecs -directamente tomadas de las versiones de Los Relámpagos- o gaitas tras los pasos y majorettes americanos ante una cruz de guía con twirling (girar el bastón y lanzarlo al aire) incluido, surgieron los comandos de niñatos que vitoreaban algunas imágenes tan faltos de espontaneidad, respeto y devoción como sobrados de estudiado gamberrismo. Los menos jóvenes que somos y nos sentimos de allí recordamos a los que seguían a la Esperanza Macarena con el solista gritando "Macareeeeeeena" (el mérito estaba en alargar la e hasta quedarse sin aliento) y sus corifeos contestando "¡guapa, guapa y guapa!". Como era tan falso y tan vulgar, y lo propio de la Esperanza es lo auténtico y lo popularmente elegante, fue la bulla macarena la que acabó con ellos mandándoles callar, siseándoles y dirigiéndoles alguna palabra más contundente. Y se acabó. Porque el griterío de aquellos niñatos nada tenía que ver con el piropo sincero, popular, irreprimible.

Lo he recordado al ver en las redes a un costalero de la Virgen de los Dolores del Cerro llamando la atención a quienes practican la nueva versión del grito impostado que ha resucitado en torno a nuestras procesiones. Dejarse ya de chillíos, que desde la salida estáis igual y tenéis todo el repertorio de la música preparado para ver donde dais el chillío", les recrimina. Alguien le replica: "Igual que la mujer que acaba de chillar allí". Le responde el costalero, sobrado de razón: "Igual no, que venís preparados con todo el repertorio". También se oye a alguien decirle al costalero: "¡Qué ridículo!". Y este le replica: "Ridículo, no; venir a llamar la atención, no; la atención la llama la Virgen".

Bien por el costalero. Así se hace. Porque el problema está creciendo hasta desbordar la impostura chabacana para alcanzar el peor mal gusto y hasta la blasfemia, como ya ha sucedido motivando el comunicado de rechazo de una hermandad. Este costalero de la Virgen de los Dolores ha demostrado lo sabido: la Semana Santa y las procesiones tienen la fragilidad de lo que se expone al público; pero también la fuerza de quienes, porque la sienten y la viven, no toleran estas faltas de respeto. Todo está en nuestras manos.

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