Calle Larios

África empieza en Málaga

  • Lo que podemos esperar del calentamiento global en este rincón del sur del Mediterráneo nos lo muestra, muy cerquita, el norte del otro continente, y a lo mejor no está tan mal

  • La noche recobrada

Mucho calor en la calle Larios. A ver qué vemos cuando haga más calor aún.

Mucho calor en la calle Larios. A ver qué vemos cuando haga más calor aún. / Javier Albiñana (Málaga)

Si algo bueno tienen las estadísticas es la precisión con la que confirman o desmienten las impresiones personales. Uno puede pensar que hace un calor para morirse y otros, al mismo tiempo, sostener que tampoco es para tanto, que estamos en verano, pardiez, qué se han creído. Luego, los informes meteorológicos nos indican que el estío corriente es el más cálido de los últimos cien años, con lo que sí, lo del calentamiento global y el cambio climático va muy en serio. Así que no hay más remedio que actuar al respecto, no porque ahora haga mucho calor, sino porque lo que nos espera a partir de ya va a ser de órdago. La cuestión es qué hacemos. El gran Borja Vivas afirmaba en una entrevista que, con el calor, “lo que la gente quiere es disfrutar de la Feria de Málaga”, y desde luego a los feriantes se les ha visto pasarlo en grande, así que una opción podría ser decretar un estado de Feria permanente: si hace mucho calor, mientras la gente disfrute le dará más o menos igual. Y, bien pensado, dado que todo en esta ciudad gira en torno a una Feria que se celebra durante todo el año, incansable, bulliciosa y ruidosa, sea cual sea tu profesión o el barrio en el que vives, tampoco habría que complicarse mucho la vida. Sería casi como ponerle nombre a lo que ya tenemos. Los meteorólogos dicen en el telediario que, si queremos saber cómo van a ser las cosas por aquí dentro de unos años, no muchos, lo mejor que podemos hacer es fijarnos en Marruecos, donde este verano se han alcanzado temperaturas de cincuenta grados, y hacernos una idea. Nos esperan, por tanto, noches de insomnio, un calor inasumible, la sequía como norma y el desierto como paisaje. Uno casi se imagina entonces a Francisco de la Torre dando explicaciones en un pleno, pero para qué queréis un bosque urbano, alma de cántaro, si de aquí a nada esto va a ser un páramo. Pero lo que no tienen en Marruecos, que conste, es la Feria de Málaga. Si la tuvieran, igual daban por buenas las noticias del termómetro, que donde haya una panda de verdiales en la calle Larios y conciertos de pago en el auditorio no puede haber nunca penas.

Bien podría preguntar De la Torre para qué queremos un bosque urbano si de aquí a nada esto va a ser un páramo

En el fondo, si de hermanarnos con Marruecos a cuenta del tema climático se trata, podríamos ver la cuestión como una oportunidad en lugar de un problema. Pasaríamos de estar a la vez en el sur del Mediterráneo y en el norte de África, lo que sólo puede traducirse en ventajas estratégicas. Los selectos países del próspero norte europeo que nos incluyen en el club de los PIGS tendrían al fin razones objetivas para considerarnos africanos y disfrutar así cierto consuelo en aras del debate racial. Cuando Rockberto cantaba aquello de “somos moros, somos más bien moros”, estaba dando rienda suelta no a su nostalgia del pasado, sino a su don profético (“recuerda a los moros / volverán aquí”). Así que, ya puestos, podríamos incorporar algunas costumbres magrebíes favorables a la convivencia en un clima tan adverso como el que nos aguarda y abrir las tiendas y restaurantes a partir de las nueve de la noche (al turismo sólo habría que pedirle un pequeño esfuerzo de adaptación, seguro que los visitantes se mostrarían compresivos), dormir durante el día, vestir chilabas para que transpire bien el organismo y, ya que estamos, incorporar la gastronomía (donde haya un cous-cous con cordero como Dios manda puede hacer todo el calor que quiera), las fiestas tradicionales y la religión oficial. Quién nos iba a decir que la re-reconquista no obedecería tanto a cuestiones militares como climáticas. Igual así, además de la Expo Internacional de 2027, nos dejan organizar un mundial de fútbol. Sólo habría que encontrar gas o petróleo. Chupado.  

La inacción municipal es llamativa, pero otras ciudades españolas demuestran que también en esto se puede hacer política

Delirios aparte, lo más interesante de todo esto es la inacción municipal. Durante demasiados años hemos estado pendientes de los protocolos de París y de Kioto para poner freno al calentamiento global, pero ahora ha quedado claro que es en las ciudades donde corresponde tomar las medidas más rápidas y, por tanto, eficaces. Mientras Málaga plantea para el futuro inmediato rascacielos y soterramientos costosísimos, Gijón se dispone a invertir en los próximos veinticinco años nada menos que 264 millones de euros, incluidas las ayudas europeas oportunas, para un plan de naturalización urbana que incluye avenidas verdes, suelos permeables a la lluvia, cubiertas vegetales y ecomanzanas. Ya a comienzos de año supimos que el Ayuntamiento de la ciudad asturiana había firmado un convenio con el Centro de Investigación en Nanomateriales y Nanotecnología del CSIC para el desarrollo de un tipo de asfalto capaz de degradar y absorber los materiales contaminantes, una solución que se integrará en el citado plan bajo un bonito lema: “Menos asfalto y más naturaleza”. Resulta entonces que sí, que se pueden tomar medidas, hacer política, asumir riesgos, adoptar decisiones y ponerlas en marcha. Que el cambio climático no es una maldición bíblica ante la que no se puede hacer nada. Aunque quizá el término nada no es aquí exacto: recordemos que la medida propuesta para el Ayuntamiento de Málaga a favor de la sostenibilidad es… una Exposición Internacional sobre sostenibilidad. Pero supongo que, al fin y al cabo, es una cuestión de prioridades. Además, ya quisieran tener en Gijón la Feria de Málaga y el norte de África.  

Comentar

0 Comentarios

    Más comentarios