Jesús María Ruiz García

Secretario parlamentario de Salud del PSOE de Andalucía

Aprendamos del sesgo retrospectivo

Actividad médica y de investigación en el sistema andaluz de salud.

Actividad médica y de investigación en el sistema andaluz de salud.

A medida que avanza la crisis del COVID-19 estamos acostumbrándonos a usar términos como el de “sesgo retrospectivo”: una vez que hemos conocido los hechos ocurridos, su magnitud y su impacto en la sociedad, creemos advertir que ya conocíamos con anterioridad lo que iba a ocurrir. Es una forma de justificar u ocultar nuestro “fracaso predictivo”.

En lugar de insistir en aquello de que “ya lo sabíamos”, deberíamos extraer el máximo número de conclusiones y por tanto, de lecciones que debemos aprender, para evitar el uso futuro del mismo. Porque las próximas amenazas que se ciernan sobre un mundo cada vez más globalizado, tendrán sin duda una vertiente marcadamente sanitaria.

Me centraré por ahora en dos cuestiones que afectan más directamente al Sistema Sanitario Público:

Dimensión y estructura del SAS

A estas alturas nadie dudará que la dimensión de los sistemas públicos de salud es determinante a la hora de enfrentarnos con cierto grado de solvencia, ya ni tan siquiera éxito, a una pandemia como la que estamos sufriendo. 

La importancia de los sistemas de vigilancia epidemiológica, para interpretar los “casos centinelas” y su posible evolución, son claves. También la suficiente dosis de humildad para no menospreciar el avance de cualquier riesgo para la salud, provenga de donde provenga.

El redimensionamiento de los dispositivos asistenciales: ampliando aún más la atención primaria y la teleasistencia, y la extensión de los centros de alta resolución al mayor número de núcleos poblacionales y comarcas, deben tenerse en cuenta a partir de ahora. Y por supuesto, la dotación de los grandes centros hospitalarios así como el subsistema de Urgencias y Emergencias. Ambos niveles, son esenciales para amortiguar el impacto de una importante crisis sanitaria; y debemos dotarlos de un diseño más amplio, versátil y flexible.

La revisión de los criterios logísticos: compras, almacenamientos, períodos de rotación y stocks de seguridad; así como la magnitud del parque de equipamiento básico, como por ejemplo los respiradores. Y la protección de industrias locales que puedan suministrar material sanitario en las cantidades suficientes, para cualquier crisis originada por “amenazas biológicas”: la seguridad del suministro debe prevalecer, en este caso, sobre la eficiencia.

Y sin duda alguna, el aumento de las plantillas de nuestro sistema sanitario y la dotación de medidas para su protección, clínicamente efectivas. 

Pero todo ello no es posible sin la conveniente dotación económica. Estoy seguro que gran parte del mensaje que emitimos todos los días en forma de aplausos significa precisamente eso: “más inversión para el Sistema Público de Salud”.

Es el momento de que todas las formaciones políticas y el conjunto de la sociedad abandone cualquier “tentación hipócrita” a la hora de abordar las presupuestos destinados a Sanidad. Rotundamente, sí es necesario aumentarlos al nivel similar del resto de países de nuestro entorno. Ello significa superar la barrera del 7% del PIB, pero sobre todo, actualizar el gasto por habitante hasta una cantidad cercana a los 2.500€ por persona y año

Todo esto, junto a la creación de un Fondo de Contingencia, ya se puso de manifiesto en las conclusiones del Grupo de Trabajo sobre el Nuevo Modelo de Financiación Autonómica. Ahora, tras la experiencia del Coronavirus, es el momento de fortalecer la dimensión de nuestro modelo sanitario. No reiteremos de nuevo el error. Sería fatal para nuestro futuro.

Un nuevo modelo sociosanitario:

Debemos revisar en profundidad el modelo sociosanitario para garantizar el mejor estado de salud posible en las residencias donde viven nuestros mayores. Es imprescindible que la actividad de estos centros esté supeditada a la protección frente a riesgos para la salud. Es posible e inexcusable, diseñar sistemas de monitorización y seguimiento de estas personas, dotar a los centros de tecnología para que los servicios sanitarios conozcan en tiempo real la situación de cada una de los residentes. 

E igualmente resulta necesario el diseño de centros de atención sociosanitaria con todas las garantías para el diagnóstico, tratamiento y vigilancia de los mayores, que constituyan la conexión entre los ámbitos sanitario y social; y deben dar respuesta a las necesidades sanitarias de una población con unas necesidades muy específicas de asistencia y de cuidados; además de permitir una intervención rápida y segura en crisis como la actual.

Llevamos muchos años hablando de esta cuestión y siempre han surgido dificultades relacionadas con los distintos niveles de competencias administrativas, coordinación, presupuestos... Se acabaron las excusas: la sociedad no puede dejar a sus mayores, expuestos a amenazas como la que estamos padeciendo con el coronavirus. Invertir en un nuevo modelo sociosanitario es indispensable para impedir casos de mortalidad evitable.

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