La Vera Cruz

El puente del Señor de los Reyes

  • La cofradía estrena el bordado de la bambalina frontal del paso de palio

Ayer nadie se fijó en el airado granito rosa del Puente Romano. Nadie. ¿Para qué?, si por él y, hasta por dos veces, pasaron dos de los muchos titulares del Campo de la Verdad, uno de esos barrios, al otro lado del Guadalquivir, que sacó en procesión al Señor de los Reyes y María Santísima del Dulce Nombre en sus Dolores Gloriosos. Un puente en el que esperan desde una excursión de estudiantes franceses hasta el típico turista norteamericano que no deja de hacer fotos, ni el pequeño cordobés que asegura convencido que en La Calahorra "una princesa vivió en esa torre hace mucho tiempo".

El sol no da tregua a primera hora de la tarde, ni falta que hace. El cuerpo del cofrade está ya un poco acostumbrado al rigor de esta primavera. El portón de las dependencias de la parroquia de San José y Espíritu Santo da la bienvenida al gentío, que no bulla. El Señor de los Reyes está en la calle, en la altura. Sin embargo, el tráfico en el Paseo del Descendimiento continúa abierto y un vehículo espera a que el semáforo cambie de color para continuar con su marcha, en paralelo a la salida del Señor. El balcón del número 1 de esta calle está repleto de colgaduras, sin embargo, no hay nadie en ellos que disfrute de esta visión. Los nazarenos bajando, la banda sevillana de Nuestra Señora de la Merced, de El Viso del Alcor tocando una lenta Marcha Real y los costaleros intentando sacar al Señor de los Reyes. "Ya están moviendo el paso", alerta un pequeño. Y en la balconada del número 1 del Paseo del Descendimiento, nadie.

Los costaleros se detienen ante el Cristo del Descendimiento, con el que el Señor de los Reyes comparte local. Lo mecen, lo bailan. Al tiempo, tres integrantes de la banda suben las escaleras de este atrio para integrarse en el cortejo. Llegan tarde, se saben culpables.

Por fin. Una mujer se asoma al balcón del número 1. Se persigna ante el Señor. El gentío espera, paciente. Mucho más, los que contemplan la procesión desde el bar El Rincón de la Verdad. Están absortos. A la sombra, sentados y sin prisa. Los tambores resuenan sobre el Guadalquivir y el río devuelve cada golpe a modo de eco.

Cuatro costaleros contemplan el paso, contemplan la devoción de sus compañeros, a los que pronto reemplazarán. "Vámonos con fuerza al cielo con él", grita el capataz antes de dirigirse camino al río y antes de pasar por la torre de la Calahorra con el Señor de los Reyes abrazado a la Cruz.

"La Virgen que sale ahora se llama como tu tía, Dulce", comenta una abuela a su pequeña nieta que levanta poco más de dos palmos del suelo, mientras llora. La Virgen, una de las pocas dolorosas de Córdoba con los ojos azules, va saliendo tras el inmenso portón. "Esta imagen tiene que ir a ruedas por la altura de la puerta y, para eso, utilizan unos cojinetes que luego quitan. Además, caben muy pocos costaleros a esa altura", explica sin reparos un chaval ante la mirada curiosa del gentío.

Sin duda, la salida de la Virgen fue una de las más esperadas y vitoreadas por el barrio del Campo de la Verdad. No en vano, ayer estrenó el bordado de la bambalina frontal del paso de palio, obra de Manuel Solano. Detalle, por cierto, al que no se le escapa al apuntador anterior, versado en temas cofrades, que también advierte de que la Vera Cruz "llega puntual en su regreso" y de que este año "hay menos gente" en todas las procesiones. A saber. Sin embargo, su sentencia puede que no se cumpliera. La primera saeta no tarda en llegar, a menos de 500 metros del templo, justo al lado del clásico bar de Los Romerillos. En este caso, para el Señor, que la Virgen llega después.

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