Borriquita

Las palmas abren paso a la Borriquita camino del Realejo

  • La cofradía de San Lorenzo cumple con su ritual bajo un manto de nubes blancas que en ningún momento amenazaron con dejar la lluvia que se barruntaba

El cielo, casi tan temido por los cofrades como por los marineros, amaneció ayer con unas nubes hermosísimas y blancas, como de cuadro de Sorolla, que cubrían Córdoba entera, y bajo una temperatura primaveral que animaba a confiar, a tener fe y esperanza. Y es que mucho se había hablado en los días precedentes de los malos augurios climatológicos, que finalmente quedaron en eso: únicamente en augurios, en nada. La realidad, siempre terca e impredecible, siempre caprichosa, fue por otro lado y permitió que apenas tres minutos pasadas las diez y media de la mañana se abriese el portalón de la iglesia de San Lorenzo para que saliesen a la calle los pasos de la Borriquita y de la Virgen de la Palma. Se cumplía así, para satisfacción de miles de cordobeses ávidos de procesiones, un ritual alegre, feliz, con el que se abre una Semana de Pasión en las que cada uno tendrá innumerables momentos para vivir intensas sensaciones  y reflexiones en las calles y en los templos de la ciudad.

La plaza de San Lorenzo la ocuparon a esas tempranas horas de domingo cientos de personas, pero especialmente grupos de jóvenes y familias al completo, con niños que desde sus carritos observaban extrañados lo que para muchos era su primera asistencia a una estación de penitencia. El amplio misterio de la Borriquita, que rodea la imagen central de Martínez Cerrillo, comenzó a navegar camino de El Realejo y, como una metáfora de lo que significa el Domingo de Ramos, el cielo empezó a despejarse y las hermosas nubes mañaneras se escaparon hacia el horizonte. Los niños del cortejo, con la palma que tanto simboliza en sus manos, sonreían, mientras que, detrás, la Virgen avanzaba por Santa María de Gracia bajo un solo de flautín que dejó la plaza por un instante en completo silencio pese a la alegría mañanera. La pieza en concreto era Rocío, inspirada en una composición de Turina, y los intérpretes laSociedad Filarmónica María Inmaculada de Linares. La labor de los costaleros del paso de Palio acompañaba la suave melodía mientras que las campanas del templo fernandino replicaban con alegría y anunciaban que la Semana Santa al fin había comenzado.

 

La procesión, que este año no visitó la Catedral, acudió luego a su cita con la Carrera Oficial y al fin volvió camino de su iglesia, donde la esperaban de nuevo cientos de devotos. Ni por un instante había llovido, pese a la mudanza de los cielos. El encierro se produjo pasadas las tres y media y dio paso a una magnífica tarde cofrade por las calles de Córdoba. La Borriquita, tan entrañable, había cumplido de sobras con su luminosa misión.     

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