Pasión en Sepia

La memoria de nuestros mayores

  • Muchos no recuerdan quiénes son, ni tampoco el nombre de sus hijos, pero sus vivencias lejanas en el tiempo les mantienen unidos a nuestras tradiciones más añejas

  • La nostalgia de las trabajaderas

Estampa histórica de un Jueves Santo en Córdoba.

Estampa histórica de un Jueves Santo en Córdoba. / Archivo Cajasur

Jueves Santo. La Semana Mayor entra en sus días grandes. Atrás quedaron las palmas y olivos del Domingo de Ramos. Los primeros días de la Pasión han pasado fugazmente. Se han vivido de forma extraña, inusual. Las calles de Córdoba no han sentido a las cofradías transitar por ellas, aunque el pueblo se ha lanzado a visitar templos y venerar las sagradas imágenes veneradas por las cofradías cordobesas. No ha sido igual, pero al menos, y al contrario que el pasado año, sí se ha tenido la ocasión de vivir más de cerca la Semana Santa. El pueblo ha sentido los primeros días de la conmemoración de la Pasión y Muerte para mayor gozo del alma, aunque no haya habido pasos en las calles.

Decía el viejo refrán que había tres jueves del año relucían más que el sol: Jueves Santo, Corpus Christi y el día de la Asunción. Hoy, uno de ellos, el Jueves Santo, el día amanece nublado. Puede que la temida lluvia, enemigo de nuestras cofradías, haga su aparición. Poco importa. La Semana Santa por culpa del virus es de otra manera. Más íntima, de interior. Puede que hasta el clásico chubasco de primavera sea visto por los cofrades de otra manera más benevolente.

Tras los cristales de un amplio ventanal, unos ojos vidriosos y cansados por el paso de los años miran las calles. Nuestros mayores han sido muy castigados por el virus que nos azota cruelmente. Con ellos se ha cebado. Ellos han padecido el dolor y la muerte de la forma más cruda. El no poder salir a cumplir con su hábito cotidiano, también les ha pasado factura. Muchos no conocen lo que están viviendo, ni tampoco son conscientes del drama que tan de cerca nos castiga. La mirada ausente, perdida, llorosa, evoca a duras penas los recuerdos de tiempos pasados, a pesar que la memoria más reciente a duras penas exista. Solo la melancolía de lo vivido hace muchos lustros, grabado en su deteriorada memoria, les hace vivir estos días de Pasión y Muerte.

Muchos no recuerdan quiénes son, ni tampoco el nombre de sus hijos, pero sus vivencias lejanas en el tiempo les mantienen unidos a nuestras tradiciones más añejas. Se extrañan del gentío en las calles, de la juventud bebiendo a tragos largos los primeros años de sus vidas, de los motivos que llevan a la gente a guardar largas colas para entrar a los templos. Para ellos, la Semana Santa es más íntima, más espiritual, más recogida. Días sacros en las iglesias, jornadas de reflexión y oración, de Santos Oficios marcados por el rito clásico anterior al Concilio Vaticano II, del sermón de las Siete Palabras a través de RNE en los viejos aparatos de cretona, de recetas de cocina donde la carne estaba ausente, de negras mantillas, de días donde el recogimiento era fundamental para la sociedad de su época.

También de aquellas estaciones penitenciales tardías, cuando acababa la tarde y que se hacían presentes en las calles hasta altas horas de la madrugada. De Jesús Caído bajando con la cruz al hombro la cuesta de San Cayetano, con aromas a verónicas de alhelí y a húmedo albero; de la Caridad de un Señor rodeado de las tropas venidas de África; de la magnificencia del crucificado que derrama Gracia desde la plaza del Alpargate, donde la poderosa voz de María la Talegona le reza cantando las saetas viejas de una Córdoba sola y lejana; y como no, de una plaza de San Agustín donde la Madre transida de dolor recibe el cuerpo inerte de su hijo, roto, lacerado y ensangrentado.

Su mirada perdida vive “su” Semana Santa. Son sus únicos recuerdos y los que les mantienen unidos a la fiesta sacra que se celebra. Nuestros mayores, aquellos que nos hicieron amar nuestras tradiciones, se amarran a sus recuerdos para seguir viviendo el drama pasionista. Sin ellos y su legado todo hoy sería imposible.

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