Nazareno

Silencio bajo un cielo ennegrecido

  • La hermandad del barrio de San Agustín salió a la calle tras consumir media hora de prórroga

En el exterior de la iglesia hospital de Jesús Nazareno, la amenaza de los nubarrones provocó un leve murmullo -los devotos estuvieron pendientes del cielo sin apenas decir palabra- hasta que, a las 18:45, la cruz de guía salió a la calle Buen Suceso. En el barrio de San Agustín el silencio se extendió como una sombra al paso de Jesús Nazareno y sólo el canto de las saetas, el sonido del llamador y las palabras del capataz rompieron el atardecer callado del barrio.

El paso caoba y plata, sin terminar, avanzó a paso quedo, sin estridencias, siguiendo el "poco a poco" del capataz, Fernando Chiachio, casi en voz baja, casi un murmullo en la distancia bajo un cielo ennegrecido. Una saetera se atrevió a romper la mudez con un canto sostenido entre la humedad y la niebla de incienso, un tumulto de notas de desgarro mientras el Nazareno descansaba el peso de la cruz de plata en la calle Buen Suceso. Los costaleros impusieron una levantá sostenida, sólo rota por la estridencia de un aplauso que fue arrinconado por un grito de mutismo.

El silencio se metió de nuevo en el desfile, siguiendo las dos hileras de nazarenos de luto y las velas encendidas camino de la calle Isaac Peral. La tregua del cielo también permitió la salida a María Santísima Nazarena bajo su palio oscuro y pesado. En la calle Buen Suceso, la saetera lanzó de nuevo su canto, que esta vez fue respondido por el mutismo de los asistentes, el chisporroteo de las velas y las palabras en voz baja del capataz, Juan Manuel Carretero.

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