Pasión en sepia

Evocaciones de la memoria

  • Este año podremos recorrer nuestras calles, oler el azahar, disfrutaremos de la primavera de Córdoba, pero nos faltara algo, o tal vez no. Todo dependerá de nuestro ánimo

Imagen histórica de la Borriquita de la Trinidad de Córdoba.

Imagen histórica de la Borriquita de la Trinidad de Córdoba. / Archivo Cajasur

Es Domingo de Ramos. Lo es, no lo parece, pero lo es. El cielo color añil ilumina la mañana. Los trinos de los pájaros que revolotean en nuestros jardines y calles rompen el silencio. El aroma a azahar que inunda Córdoba es embriagador. La primavera ha roto con esplendor en una ciudad que añora el preludio de la Semana Santa tal y como la hemos conocido hasta hoy.

Los días sacros ya no son como siempre fueron, o al menos a los que vivimos hasta hace muy poco. No tendremos más remedio que recurrir a la memoria para revivir los días del gozo, cuando pensábamos que éramos verdaderamente felices.

La Semana de Pasión va a ser dura y difícil. Ya lo fue la del pasado año, pero en este, esa añoranza se transformará, con seguridad, en una melancolía que nos traerá nostalgias y recuerdos. El año 2020 se paso con miedo, con incertidumbre, con desazón. Fue una semana más, donde la sombra de lo desconocido nos atenazó de forma inclemente.

Para muchos, la Semana Santa pasó desapercibida. Las calles solitarias, fantasmagóricas y calladas apesadumbraban aún más nuestras vidas. Fue una Semana Santa dura, muy dura. Solo la fe mantuvo el espíritu esos días de tinieblas. Este año será distinto, diferente, pero no será igual a lo que estamos acostumbrados y deseamos con todo nuestro ser.

Este 2021 podremos recorrer nuestras calles, oler el azahar, disfrutaremos de la primavera, pero nos faltará algo, o tal vez no. Todo dependerá de nuestro ánimo, de nuestras ganas de dejarnos llevar por los recuerdos y la memoria de lo pasado.

Aunque no nos encontremos el paso de misterio de la hermandad de la Entrada Triunfal en San Lorenzo; ni el Cristo del Amor cruzando el puente romano; ni la añeja calle del Sol teñida del rojo y sangre de los nazarenos que alumbran al Cristo de las Penas y a su Madre de los Desamparados; así como tampoco la calle la Feria se tornará en Getsemaní cordobés adornado por el verde y blanco de sus naranjos; ni a Jesús Rescatado, solemne y maniatado, cuando ya en la madrugada del Lunes Santo entra en el convento trinitario tras caminar por las calles de Córdoba; ni el caminar de una Virgen morena y gitana entre las buganvillas de la Cuesta del Bailío, mecida al son de marchas flamencas por su gente de abajo que la mima a cada escalón que baja, mientras llora la pena por su Divino Hijo.

Las cofradías, con sus cuidados guiones, con sus nazarenos, con sus luces, con sus acólitos, ya sean turiferarios como ceroferarios, sus pasos, sus venerados titulares, estarán un año más en la calle. No serán tangibles, no podremos tocarlas, ni contemplarlas, ni sentirlas físicamente tampoco, pero ahí estarán un año más.

Es Semana Santa aunque no lo parezca, por eso hay que celebrarla de forma intima, callada, pero de forma gozosa, porque las cofradías estarán ahí un año más. Nuestra memoria y nuestros recuerdos serán cordón umbilical con la Semana más Santa de todas las semanas, con esa que la pandemia nos está privando por segundo año consecutivo.

No importa, nuestros sagrados titulares nos esperarán en los templos. Sus cofradías, esas que le rinden culto durante todo el año, estarán presentes una vez más. No en nuestras calles como se hubiera deseado, pero sí en nuestro subconsciente y nuestro recuerdo.

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