Una mejor sanidad en 2018

2018 debe ser un punto de inflexión hacia una sanidad pública mejor

Se acaba un año marcado otra vez por los recortes presupuestarios que desde el Gobierno de Rajoy se imponen a las cuentas públicas sanitarias de las comunidades autónomas. Andalucía y alguna otra Comunidad hicieron también en 2017 un esfuerzo presupuestario digno de destacar, pero la política impuesta desde el Ministerio de Hacienda con el silencio cómplice de la ministra de Sanidad condicionan en exceso al sistema público. Es tiempo ya de acabar con la falta de liderazgo del Gobierno en el abordaje de un nuevo impulso al Sistema Nacional de Salud que está sufriendo un deterioro en algunos de sus elementos fundamentales, tales como listas de espera (que han llegado a cifras récord), los problemas en el ámbito de la igualdad y la equidad, o los efectos de la insuficiencia presupuestaria al no aportar el Estado los recursos necesarios.

La sanidad pública española requiere un cambio de rumbo en los elementos en los que tiene competencia plena el Gobierno de España: la igualdad, la equidad, la universalidad, la cohesión o la suficiente financiación. La insuficiencia que aporta el actual modelo de financiación autonómica, junto a los compromisos de recorte del gasto que el Presidente Rajoy ha remitido a Bruselas, lastran de manera crónica la capacidad del sistema sanitario para la actualización tecnológica, la dotación adecuada de profesionales y sus retribuciones o la actualización de las infraestructuras. Así, la actual política sanitaria del Gobierno condena al Sistema Nacional de Salud a un deterioro imparable desde 2012 del que los fondos de inversión en sanidad privada se están aprovechando.

De igual forma, la ausencia absoluta de políticas de cohesión desde que en 2012 se eliminara el Fondo de Cohesión de los Presupuestos Generales del Estado, ha deteriorado la capacidad del sistema para desarrollar acciones imprescindibles como la movilidad de pacientes que deben ser atendidas en centros y unidades de referencia nacional y que se financiaban con dicho Fondo.

El adelgazamiento o la eliminación de otras partidas dirigidas el desarrollo de políticas comunes en materia de prevención y lucha contra las drogas o el Sida, es otro ejemplo que puede señalarse de los efectos de una ausencia de prioridad en el liderazgo que corresponde al Gobierno, que ha contribuido al deterioro de la eficacia y de la cohesión del sistema sanitario.

Las dificultades que sufren los pacientes en aspectos tales como la retirada de medicamentos prescritos en su comunidad de origen y que le son negados en comunidades en las que se está de paso o temporalmente o, las diferencias injustificadas de la oferta de servicios entre regiones, demuestran el nulo papel coordinador del ministerio de sanidad en estos años.

Lamento tener que relatar una visión pesimista de la realidad que aunque pueda parecer paradójico, convive con una prestación de servicios de buen nivel gracias a la gran calidad y compromiso de nuestros profesionales sanitarios y al esfuerzo de las propias Comunidades Autónomas.

Es imprescindible hacer una llamada de atención y exigir que 2018 suponga un cambio y un punto de inflexión que permita una sanidad pública mejor. Es cierto que es responsabilidad de todos; pero las políticas de cohesión, de calidad, de equidad o de suficiencia financiera corresponden al Gobierno de España que ya no puede estar ni un día más de espaldas a su responsabilidad.

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