Salud y Bienestar

Gente que lucha para no vivir con la marca del trastorno bipolar

  • En un siglo donde se han ganado algunas batallas sociales, los afectados por la enfermedad mental aseguran ser víctimas de cierta marginación · Hábitos adecuados y tratamiento médico les ayudan a llevar una vida normalizada

2%

Una profesora de la universidad, una comercial, una médico y el director de un establecimiento sevillano tienen trastorno bipolar (TB) pero no dirán su nombre, sólo un pseudónimo. Como ellos, posiblemente no hagan pública la enfermedad el taxista con el que se conversa, el responsable del museo al que se va los domingos o el cajero de la oficina del banco que firma el cargo de la hipoteca. Estas personas anodinas, muchas de ellas brillantes, lejos de la imagen de la camisa de fuerza, del loco encerrado entre los barrotes del psiquiátrico de antaño, hacen sus vidas, tienen familia, amigos, hobbies, la diferencia: que viven con una enfermedad "lamentablemente marginada", explica la docente durante veintiún años y que se presenta como Clara.

El trastorno afectivo bipolar, conocido popularmente como trastorno bipolar y antiguamente como psicosis maníaco-depresiva, es un trastorno del estado del ánimo que cuenta con períodos de depresión repetitivos (fases depresivas) que se alternan con temporadas de excitabilidad (fases maníacas). Su causa es un desequilibrio químico en un tipo de biomoléculas del cerebro llamadas neurotransmisores. En la fase maníaca pueden aparecer o no ideas delirantes, alucinaciones, disminución de la necesidad de dormir y actos obsesivos. Sin embargo, el desarrollo de la enfermedad en cada persona es diferente: en unos aparece la euforia y la manía, en otros no; en unos la depresión es más intensa que en otros; así como para algunos los estados de ánimo cambian rápidamente mientras que en otros es más lento. En España alrededor del 2% de la población, sobre 800.000 personas, sufren TB.

Clara fue una alumna genial de humanidades, la primera de su especialidad con varias matrículas de honor en su expediente. Al poco tiempo de terminar sus estudios se convirtió en profesora. La enfermedad empezó a dar la cara cuando tenía 35 años, "me sentía muy triste, y las depresiones cada vez eran más intensas y largas hasta que a los 40 años me prescribieron trastorno bipolar". En el transcurso de esos cinco años donde no tiene diagnóstico ni sigue un tratamiento Clara alterna los episodios de depresión con episodios de hipomanía donde su actividad mental es álgida, rápida, y "tremendamente creativa lo que hacía que mis clases tuvieran popularidad entre los alumnos. Sin embargo, esto era peor porque a más fuerte la hipomanía peor era luego la depresión", describe. Hoy Clara tiene cincuenta y pocos años y está jubilada aunque le hubiera gustado seguir trabajando en la administración "si no de profesora, de algún otro puesto incluso de un rango socioeconómico inferior. Pero no me lo permitieron", describe. Su tiempo libre lo ocupa con sus familia, amigos y el estudio de una segunda carrera universitaria que siga estimulando sus capacidades intelectuales. Lo que peor lleva "que me reduzcan por mi enfermedad porque no quiero hacer del trastorno bipolar mi destino". En ese sentido, Clara cuenta que en la farmacia donde la conocían de toda la vida cuando pidió la medicación de su enfermedad mental empezaron a tratarla de manera distinta "es humillante que te hablen más lento o te miren como si no estuvieras en plenas facultades", concluye.

Quizás por esa mirada del otro, Lidia que tiene 35 años y está en el ecuador de su vida laboral no dice públicamente que tiene TB. A esta sevillana, con un don innato para la comunicación, no le diagnosticaron la enfermedad hasta hace cuatro años. Antes le precedió una década de psiquiatras donde la causa de su irritabilidad era "simplemente que padecía de los nervios según los especialistas", explica. Ha estado varias veces ingresada, con su buen humor dice que en sus manías recuerda "haber asegurado ser Dios o los Reyes Católicos", ahora hace cuatro años que se encuentra totalmente estable. "Además de la medicación, llevo hábitos de vida saludable que me permiten controlar los posibles síntomas que pudieran desencadenar una fase maníaca. No bebo, no fumo, me alimento bien, intento no estar sometida a estrés y duermo un número suficiente de horas".

Estos hábitos proceden del autoconocimiento de la enfermedad. Además, Miguel explica que "educarse en el trastorno bipolar te brinda la oportunidad no sólo de conocer la patología y normalizar tu día a día con ella, si no que te abre las puertas al conocimiento de quién eres y así ser mejor persona". Miguel desarrolló la enfermedad tras sufrir gran estrés laboral y familiar. Un factor que según los médicos se encuentra entre las principales causas exógenas desencadenantes del trastorno. Desde el verano del 2007 no ha vuelto a tener ninguna crisis.

Si el viaje hacia el autoconocimiento lo otorga la experiencia, entonces María puede dar prueba de ello. Le diagnosticaron TB con 21 años cuando aún estudiaba medicina. Desde entonces ha sufrido depresiones de una intensidad tortuosa "que no se lo desearía a nadie", comenta. La enfermedad le ha quitado sueños como el de ser madre. Sin embargo, hoy en su cincuentena puede decir "es un buen momento de mi vida". La casa de María está decorada por objetos de los muchos países que ha visitado, cada uno de ellos parecen que reflejen un poco el pensamiento reflexivo y profundo de esta mujer.

Tanto Clara, como Lidia, Miguel y María son miembros de la Asociación de la Asociación de bipolares de Andalucía (ABA). En ella ofrecen su ayuda a afectados y familiares, e intentan divulgar la importancia de que se trate al trastorno bipolar con otra enfermedad orgánica, y no como una "enfermedad ocultada y maltratada desde los medios de comunicación", dice María. Ellos como cualquier otra persona disfrutan de una conversación con un amigo o esperan la cola en el supermercado. Por eso, esperan que en pleno siglo XXI "como pasara en la lucha contra el racismo o la homofobia, llegue el día en que podamos decir que tenemos trastorno bipolar y no seamos descalificados, prejuzgados o simplificados", concluye Clara a modo de deseo para este 2009.

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