Puerto del Calatraveño

El tercer minuto de silencio

  • El crimen de Piedad Cruz en la localidad de Rute eleva a tres las mujeres asesinadas en Córdoba en solo un mes, una estadística negra sin precedentes en la provincia

Minuto de silencio, el miércoles, en la Diputación.

Minuto de silencio, el miércoles, en la Diputación. / El Día

El luto por la violencia de género sigue tiñendo de negro la provincia. El crimen de Piedad Cruz en la localidad de Rute a inicios de semana eleva a tres las mujeres víctimas de la violencia machista en solo un mes en Córdoba, una estadística sin procedentes desde que el Gobierno central contabiliza esta lacra social.

Piedad Cruz, natural de Iznájar y vecina de Rute, fue asesinada por su marido de un fuerte golpe en la cabeza con un martillo. Tras los hechos, el individuo huyó llevándose a sus dos hijas; horas más tarde llamó al 091 para entregarse en Madrid y, tras prestar declaración ante el juez de guardia, fue enviado a prisión sin fianza por un presunto delito de homicidio, una calificación jurídica que la instrucción terminará de ajustar.

Desde que el cuerpo sin vida de la mujer fue hallado a primera hora de la mañana del martes en su vivienda, próxima al cuartel de la Guardia Civil de Rute, los minutos de silencio se han sucedido. Las autoridades y la sociedad civil se han concentrado para honrar a esta nueva víctima de la violencia de género ante el Ayuntamiento de Rute, la Subdelegación del Gobierno o la Diputación de Córdoba, y los mensajes de condena y de pésame a los familiares y amigos han sido incontables.

“Nuestro sentimiento es de rabia e impotencia y lo único que nos queda es manifestar nuestro compromiso más firme si cabe para seguir luchando contra esta lacra social”, expresó el alcalde de Rute y presidente de la Diputación, Antonio Ruz, quien en esta ocasión ha sido el responsable institucional más cercano a los hechos. El crimen de Piedad Cruz acaba con una vida y deja huérfanas a dos menores.

Mientras la Guardia Civil acordonaba la vivienda familiar y procedía a la recogida de pruebas, decenas de vecinos se arremolinaban estupefactos para verbalizar lo que suele ser habitual en estos casos: que el presunto homicida era, en apariencia, un hombre normal; que la víctima, en apariencia, no era una mujer maltratada; que la pareja, también en apariencia, llevaba una vida tradicional teniendo en cuenta los vaivenes habituales de cualquier relación.

La consejera de Igualdad, Rocío Ruiz, acertaba al expresar: “De nuevo el mismo problema, que no existen denuncias. Las mujeres no denuncian. Tenemos que llegar a ellas de cualquier forma. Una historia de violencia, de malos tratos, no surge de un día para otro”.

Ahí, precisamente, radica el problema. En la dificultad que todavía existe para detectar estos casos cuando aún son reversibles para las víctimas, en que las agresiones salgan del dormitorio, de la cocina, de la soledad del hogar, de la intimidad de la familia. Las administraciones deben seguir luchando desde la educación para evitar lo que todavía parece inevitable y que en una sociedad moderna es razón para el bochorno: más de un millar de mujeres han sido asesinadas a manos de hombres en España desde que se contabiliza la estadística.

El Estado se dotó en diciembre de 2004 de una Ley Integral contra la Violencia de Género, pionera en su momento y que ha sido sometida a diversas reformas desde entonces. El camino que se abrió en aquel momento ha sido importantísimo para focalizar el problema y ponerle nombre, pero el recuento interminable de víctimas debe llevar a las administraciones a profundizar en medidas preventivas y de protección de las víctimas.

Todavía queda mucho sendero por recorrer, como demuestra el hecho de que ninguna de las tres mujeres asesinadas en Córdoba en el último mes había interpuesto denuncia previa por violencia de género. La unidad social, política e institucional debe ser obligatoria en un asunto de esta magnitud.

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