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La subida cierra el mes a la Virgen

  • Los costaleros completan en poco más de dos horas el duro camino que separa la localidad del Santuario de la patrona egabrense

Un año más los egabrenses cerraron el ciclo en torno a su patrona, la Virgen de la Sierra, devolviéndola a su Santuario ubicado en pleno corazón de las Sierras Subbéticas. Una tradición, la de la subida, cargada de sabor y sentimiento que lleva a todo un pueblo a madrugar para acompañar a la imagen hasta la altura y que ayer reunió a centenares de personas.

Aún con el negro manto de la noche, las campanas de la Asunción y Ángeles repicaban para anunciar la inminente salida de la Virgen de la Sierra, que tras una emotiva misa inició su camino minutos después de las siete de la mañana. Ataviada con un antiguo terno azul brocado en sedas y plata, conocido popularmente como el manto de los claveles -por los motivos florales que presenta-, y entre las piñas de nardos y las coronas que flanqueaban la cúpula, la Divina Serrana paseó solemne por las calles del pueblo entre un río de devotos, rompiendo el habitual silencio de la madrugada.

Ya al alba, el paso se fue acelerando cuando el improvisado cortejo alcanzaba la barriada que lleva el hombre de la patrona. Allí, última parada en la puerta de la parroquia de San Francisco y San Rodrigo, donde una abarrotada plaza coreó la Salve Popular, interpretada por el tenor Antonio Roldán Molina. El camino esperaba. Eran las nueve de la mañana cuando la cordelería dio el primer tirón poniendo el inicio a un camino durísimo y trepidante, con un ritmo que solo unos pocos privilegiados pudieron seguir. Costaleros dirigidos por Vicente Arroyo, su cuadrillero, que antes de arrancar dio sus últimas consignas acordándose de varios compañeros cuya salud no permitía acompañarles este año.

Minutos antes de las 11:30 las andas plateadas de la Virgen de la Sierra se hicieron ver en los alrededores de su casita blanca, donde entró entre vítores, aplausos y lágrimas por todas las personas que decidieron acompañarla en esta última subida a su Santuario. Allí culminó un año más la historia que se inicia cada 4 de septiembre, con la vista puesta en esa fecha y esa hora que se convierte en una suerte de talismán para los egabrenses. Un pueblo que en torno a su patrona se reencuentra con su esencia.

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