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Montoro: un pueblo en Restauración

  • La Consejería de Vivienda está ejecutando un plan integral en el casco histórico que prevé una inversión de 48 millones

Si ya es difícil restaurar un edificio histórico, la complejidad y la ambición es máxima cuando se trata de un pueblo entero. Montoro, la antigua Epora romana, asoma al río Guadalquivir una fachada de docenas de casas unifamiliares de una belleza singular y, cosas del paso del tiempo, en ocasiones ruinosa. La ciudad se levanta sobre un abrupto balcón que se precipita sobre el río y se constituye de grandes casas solariegas con mucha historia a sus espaldas: algunas datan del siglo XVI. Por eso, el casco urbano de Montoro está declarado Conjunto Histórico desde el año 1969.

Pero no sólo de historia viven las 4.483 personas que residen entre estas históricas y en muchas ocasiones desvencijadas paredes de Montoro. El tiempo, la inmensidad de algunas casas, la falta de recursos para arreglarlas, la protección urbana de los inmuebles y las peripecias que había que seguir para hacer reformas ha azuzado el deterioro de uno de los pueblos que, sin embargo, más se parece a lo que fue hace un siglo. Por eso, la Junta no dudó en 2004 en declarar el casco histórico de Montoro Área de Rehabilitación Concertada. Desde entonces, la ciudad ha comenzado a rejuvenecer y a recuperar una belleza que nunca ha llegado a perder.

Restaurar un pueblo -se estima la superficie a actuar en 47 hectáreas, 1.987 parcelas y unas 2.147 viviendas- no es fácil. Todo se centraliza en una oficina técnica de gestión que depende directamente de la Delegación de Vivienda y Ordenación del Territorio. Allí trabajan cinco personas, dirigidas por el arquitecto Enrique López, que no es de Montoro, pero casi. En sus planos y en su cabeza dibuja casi cada metro cuadrado del centro histórico de la ciudad, que se corresponde con el 80% de todo el casco urbano. La oficina, habilitada junto al Ayuntamiento, es un ir y venir de vecinos, que entran y salen desbordados de documentos e ideas. Desde que abrió sus puertas, en julio de 2005, ha atendido más de medio millar de consultas.

La complejidad de restaurar un pueblo reside en que son muchas las cosas que hay que hacer. Desde la oficina se informa a los ciudadanos de los distintos programas a los que se pueden acoger los ciudadanos del ámbito delimitado como casco histórico. Se valora su demanda, se estudia, se tramita y se responde. En todas las actuaciones, el propietario siempre tiene que asumir un porcentaje de inversión, que dependiendo tanto de sus ingresos como de la complejidad y profundidad de la obra es variable.

De hecho, de la inversión total prevista (unos 48 millones de euros), la Consejería de Vivienda prevé asumir un 45% del coste total de las obras, el Ayuntamiento un 37% y los particulares un 17%. A estas subvenciones ya se han acogido decenas de particulares. El director del Área de Rehabilitación Concertada de la Delegación de Vivienda, José Requena, calcula que ya se ha finalizado medio centenar de intervenciones que, poco a poco, le están cambiando la cara al conjunto histórico montoreño. A principios de mes, ya se habían iniciado o acabado 168 actuaciones en 316 viviendas, donde se ha previsto una inversión de 18,6 millones de euros de los que la Consejería subvenciona 14,9.

Estas iniciativas parecen pequeñas, pero en conjunto van completando un puzzle gigante al que se llama casco histórico. Sin embargo, la Consejería ha iniciado tres proyectos que por su singularidad y trascendencia han despertado un interés impensable. Este programa autonómico no sólo contempla ayudas a la reforma, sino que opta directamente por la acción: por hacer del casco histórico de Montoro un lugar idóneo para vivir y, sobre todo, por abrir una oferta pública de viviendas, ya que hasta ahora la ciudad crecía de forma mucho menos estética hacia la Autovía de Andalucía (A-4).

De momento, y son las primeras intervenciones, Vivienda trabaja en tres inmuebles históricos del centro de Montoro en los que, salvo catas estructurales, lo único que ha hecho es comprarlos y dibujarles un proyecto. En principio, la intención es construir unos 34 alojamientos en régimen de alquiler de renta básica o con derecho a compra. Pese a este número, la oficina ya ha recibido medio centenar de solicitudes de personas interesadas en optar a uno de estos hogares.

El primero de estos edificios -todos antiguas casas señoriales- se localiza en el número 2 de la calle Diego Medina. Allí, en una casa datada en el siglo XVIII de estilo barroco y con estructuras muy singulares, la oficina ha proyectado construir 11 viviendas donde hasta hace sólo unos años vivía una sola persona. El inmueble posee además unas zonas exteriores -antiguas cuadras- con un desnivel que se precipita casi al río, en el que se edificarán hasta 13 trasteros.

En la misma calle, pero en el número 20, se levanta un edificio colosal, con una fachada que adorna una plaza pequeña y coqueta. El inmueble es del siglo XVII, tiene un estilo barroco y presenta un estado semirruinoso. Pese a ello, se podrá intervenir y casi casi volver a su plenitud un patio central que está incluido en el catálogo de Bienes Protegidos. Aunque a la vista del estado del edificio parezca imposible, allí se construirán entre 13 y 14 viviendas de protección oficial.

Muy cerca, en pleno corazón de Montoro, vive Teresa, una mujer que cuida a sus más de 90 años una casa de la calle Álvaro Pérez 30. El edificio está perfecto, limpio y es más que habitable gracias a su moradora, que incansable sube y baja escaleras y mueve muebles casi tan grandes como ella, a la vez exhibe siempre su sonrisa. Ahora, lo que siempre ha sido su casa está casi preparada para acoger ocho más, para que en ese patio en el que dan ganas de perderse comiencen a correr niños y sueños familiares.

Pero el rejuvenecimiento de Montoro no acabará aquí, ni mucho menos. El plan tiene un plazo de diez años que incluso se puede llegar a ampliar. En este tiempo, también está previsto que cambie la fachada trasera de la ciudad -visible desde el nuevo puente- y edificios históricos como el hospital de Jesús Nazareno. Pero es ya otra historia.

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