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José Boixo Sánchez: Adiós a la memoria de Doñana

  • Fallece José Boixo Sánchez, guarda mayor del Parque durante más de 40 años

  • Era el recuerdo del coto de caza que se convirtió en Reserva Biológica

Durante su etapa en los primeros años como guarda mayor del Parque Nacional.

Durante su etapa en los primeros años como guarda mayor del Parque Nacional. / Juan Villa.

Nació en la marisma, vivió en ella, de ella y para ella. José Boixo Sánchez era hijo de Doñana, de la de antes, cuando de Almonte a la desembocadura del Guadalquivir la naturaleza salvaje mantenía como coto de caza un rincón único de Europa. Fue guarda mayor de la Reserva Biológica desde 1965 hasta su jubilación tras 40 años de servicio. Nadie mejor que él, que creció recorriendo sus parajes.

José Boixo falleció a los 87 años en Almonte. Con él se pierde “la memoria más lúcida” que quedaba de la Doñana antes de ser el Parque Nacional y la Reserva de la Biosfera actual. Pocos le conocían tan bien como el historiador y escritor Juan Villa, quien definió su pérdida como un “zarpazo a la memoria de Doñana: ha muerto José Boixo, guarda mayor a lo largo del último tercio del siglo XX. Se va con él parte de un mundo –el de la marisma y los cotos– fiel a sí mismo durante centurias y sumido cada vez más en la mistificación y el olvido. Descanse en paz”.

El Ayuntamiento de la localidad lamentó la pérdida de una figura querida y respetada en Almonte. “Trasladamos nuestras condolencias a la familia y seres queridos”. Recibió un reconocimiento institucional del Pleno del Ayuntamiento de Almonte en noviembre de 2020 y fue premiado por el Consistorio con motivo del Día de Andalucía. Boixo nació en una choza de las marismas. Por sus venas corrían los arroyos del parque. Su apellido está ligado a Doñana desde el siglo XIX. Descendiente de una familia de ganaderos transhumantes de León, sus antepasados llegaron al coto para enraizar en él para siempre. Vivió “de lo que iba cayendo, con la caza de subsistencia, una agricultura básica y de todo lo que el terreno ofrecía”. Así fue del 35 al 69, durante sus primeros 34 años de vida. Posteriormente asumió el cargo de guarda mayor y a él se entregó “con lealtad y esa sabiduría natural que poseía”. No fue a la escuela, lo que no le limitó para adquirir unos conocimientos propios, ser autodidacta y formarse de una manera ejemplar para su tiempo.

Formaba parte de una estirpe de hombres “sabios por experiencia, con una sensibilidad muy especial por su relación con su entorno”. Boixo era una persona “leal a Doñana”. Lo fue hasta el punto de acumular anécdotas como “las multas que tuvo que poner a conocidos o amigos por furtivismo”.

Con sus años vio cambiar el coto a la reserva que es hoy. En esa evolución “no entendía muchas cosas” porque el tratamiento de la tierra fue muy diferente, desde la preservación de un espacio como coto de caza a su blindaje científico. El orden previo del entorno varió con los nuevos principios teóricos que aplicaron los técnicos. Siempre fue respetuoso con su papel. Aportó sus consejos desde el respeto. Juan Villa sostiene que “el gran pecado que se cometió con Doñana fue no escuchar más a quienes llevaban cientos de años allí”.

El caso de José Boixo Sánchez era muy especial. Su figura representaba la transición del coto de caza y la Doñana salvaje a la científica, la de la Reserva de la Biosfera. Conoció un tiempo de conservación natural, en la que preservar la naturaleza era necesaria para vivir de ella y la entrada de técnicos y expertos con normas a veces contrarias a lo que siempre se hizo en el coto. Con su marcha “perdemos una visión única” porque no queda ya nadie que hubiese sido un testigo tan privilegiado de la transformación de aquel coto de caza en todo lo que hoy es. Siempre se sintió “alumno de Juan Domínguez”, guarda antes que él, con quien se crió y de quien aprendió, porque “era un hombre sabio”. Doñana pierde ahora al último testigo vivo de su pasado.

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