palma del río

Guerra contra la basura en la calle

  • El Ayuntamiento estudia aumentar las sanciones a quienes hacen un uso inapropiado de los contenedores

Enseres fuera de un contenedor soterrado.

Enseres fuera de un contenedor soterrado. / r. morales

Diez años han transcurrido desde que la Empresa Provincial de Residuos y Medio Ambiente (Epremasa) de la Diputación y el Ayuntamiento de Palma del Río suscribieron un acuerdo para la instalación de 58 contenedores soterrados en la ciudad. Un sistema de recogida de basura diferente al tradicional de color verde y que, después de una década, aún sigue dejando estampas poco cívicas. Como, por ejemplo, los enseres de toda índole que colman el exterior de estas infraestructuras: colchones, muebles, carros de supermercados o incluso adoquines del viario público. Un gesto que en la actualidad puede acarrearle al ciudadano sanciones de entre 30 y 900 euros pero que el Ayuntamiento quiere aumentar.

En la calle Belén, existe uno de esos contenedores soterrados. A veces, aparece rodeado de muebles: "Suelen traerlos, los dejan ahí abandonados, rotos, y todo es un desastre", comenta Ángeles, una viandante. Mientras abre la tapa metálica, otra vecina se queja de la conducta de muchas personas: "Se cae aquí la bolsa y aquí se queda". La situación se repite en diferentes zonas del núcleo urbano, tanto en el centro histórico como en calles o avenidas.

Antonio vive en un piso situado por encima del contenedor situado en la avenida de Andalucía y se queja de que "suele estar la basura fuera más que dentro, en los alrededores". "La gente deja bolsas , muebles, sillas, colchones, de todo...", enumera. El servicio de recogida es adecuado, sostiene, pero "la gente no tiene conciencia".

La otra cara de la moneda la representa Rafael Velasco, un conocido peluquero que lleva años reciclando los materiales de la basura y restaurándolos: "Las cosas que tengo en mi casa de más valor casi todas proceden de la basura", dice. En su taller tiene todo tipo de piezas provenientes de los contenedores, desde un quinqué, marquetería, máquinas de coser, abanicos de hueso o medicinas antiguas. "Tengo un lienzo en el pasillo de un Cristo que procede de la escuela sevillana de 1800", concreta. Velasco ya no tiene sitio en casa para almacenar tanto material, pero todavía se las ingenia para darle una segunda vida a aquellos trastos que nadie quiere. Una piedra de mármol de una peiandora, por ejemplo, la ha reciclado para una barbacoa. Este restaurador de lo inservible admite que dejar los restos orgánicos fuera de su lugar correspondiente "da muy mal aspecto, porque no nos queremos molestar en abrir para tirar las cosas dentro".

En suma, pese a que en cada una de estas denominadas islas de reciclaje o ecológicas existe un cartel donde se especifica el número de teléfono para avisar al servicio de recogida de enseres, todavía muchos vecinos siguen dejando sus residuos amontonados sobre estas aberturas metálicas. Ante estas circunstancias y con las negociaciones sobre la mesa de las ordenanzas fiscales para 2019, desde el Ayuntamiento se estudia aumentar los costes de las multas por este tipo de infracciones: "Entendemos, por desgracia, que a fin de cuenta lo que duele es el bolsillo", lamenta la concejala de Seguridad Ciudadana, Auria María Expósito (PSOE).

De hecho, la Policía Local tuvo que investigar recientemente de dónde provenían grandes bolsas de basura y cajas de cartón que aparecieron sobre los contenedores de la avenida Pio XII, algo que propició un servicio extraordinario de recogida. Finalmente, los agentes identificaron a los propietarios de un bar del Paseo Alfonso XIII como los responsables. "No vamos a permitir que esto se convierta en problema de salud pública", aseveró la teniente de alcalde, quien consideró una "desgracia" que haya que acudir a sanciones económicas para solucionar este problema.

El concejal de Medio Ambiente, Pedro Velasco, asegura que a lo largo de un solo día los servicios públicos han llegado a pasar cinco veces en recogida por cada uno de esos puntos y, aun así, "vemos cómo tenemos que aumentar cada vez más esa frecuencia para tenerlos en perfectas condiciones de salubridad". Una cuestión de concienciación que afecta a la convivencia ciudadana y que tiene, por tanto, esa cara y cruz en el modo de actuar cada vez que se hace el simple gesto de echar la basura al contenedor.

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