Puerto del Calatraveño

Fitur y el síndrome de Stendhal

  • La lista de bienes Patrimonio Mundial en Córdoba crece y estamos a punto de perder la cuenta de cuántos tenemos ya, pero lo cierto es que los datos turísticos han empeorado

Expositor de Córdoba en el pabellón de Andalucía en Fitur.

Expositor de Córdoba en el pabellón de Andalucía en Fitur. / El Día

Contaba el propio Stendhal en el año 1817 la estupefacción que sintió durante un viaje a Florencia al salir de la basílica de la Santa Croce, uno de los ejemplos más notables de la sabiduría renacentista. El viajero alemán describía aquella demasía de arte como un latido desenfrenado del corazón próximo al infarto: “La vida estaba agotada en mí, andaba con miedo a caerme”, asumía estupefacto en su libro Nápoles y Florencia: Un viaje de Milán a Reggio, una especie de Lonely Planet de la época del Romanticismo. Más de un siglo más tarde, la psiquiatra italiana Graziella Magherini lo describía por primera vez como un síndrome clínico en el que se entremezclan ritmo cardíaco, vértigo, confusión, temblor, palpitaciones e incluso alucinaciones cuando un sujeto es expuesto a obras de arte o están presentes en gran número en un mismo lugar.

De manera parecida deben sentirse quienes hayan tenido la osadía de seguir las mil y una presentaciones que las distintas administraciones de Córdoba protagonizan desde el jueves en Madrid con motivo de la Feria Internacional de Turismo (Fitur). Córdoba acudía a este potente escaparate con su imponente legado histórico como principal reclamo, materializado en tantos sitios declarados Patrimonio Mundial por la Unesco que a uno ya no le salen las cuentas. La Mezquita-Catedral, el Casco Histórico de Córdoba capital, la Fiesta de los Patios, el toque del tambor de Baena, el flamenco, la dieta mediterránea... Y ahora parece que también los muros de piedra seca de Los Pedroches.

La inclusión de estas estructuras, quintaesencia de la arquitectura popular y un ejemplo en positivo de lo que puede suponer el impacto de la mano del hombre en la construcción del paisaje, llega al punto del dislate. Hace dos meses, cuando el comité del Patrimonio Mundial reunido en Islas Mauricio aprobó el reconocimiento de este oficio como bien inmaterial de trascendencia mundial, ninguna institución en Córdoba quiso darse por enterado. Hasta tal punto llegó el olvido, que el informe remitido en su día por la Consejería de Cultura de la Junta de Andalucía omitía la comarca de Los Pedroches, aunque sí ponía ejemplos Huelva, Sevilla, Jaén o Málaga. Ahora, en cambio, las autoridades de Córdoba quieren hacer bandera de este reconocimiento.

De vuelta a Fitur, entre pabellones exóticos, destinos exuberantes, potencias mundiales de primer orden en esto del turismo y destinos emergentes, Córdoba ha desparramado durante dos días mil y una propuestas que conforman una oferta desproporcionada, inabarcable y de impacto relativo. La Noche Blanca del Flamenco con la ubicua Rosalía como cabeza de cartel, Ríomundi, el Festival de la Guitarra, el Salón del Caballo Árabe, el patrimonio minero del Guadiato, la ruta por las Iglesias Fernandinas, el programa Vitis Dei, en torno a San Juan de Ávila, en Montilla, las tamboradas de Baena, el deporte de aventura en las Sierras Subbéticas...

La lista de propuestas, inabarcable y atomizada, retrata al fin la ausencia de una coordinación real por parte de las autoridades competentes en la materia para convertir la provincia en un terreno deseable donde pasar un fin de semana, un puente o unas vacaciones. Ahí están para los datos del pasado año, ofrecidos por el Instituto Nacional de Estadística (INE) el mismo jueves en que Fitur abría sus puertas con un desembarco interminable de alcaldes y diputados de todos los colores políticos: la ocupación hotelera cayó en la provincia de Córdoba más del 4%, al tiempo que disminuían las pernoctaciones y las contrataciones. Si Stendhal levantara la cabeza...

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