Puerto del Calatatraveño

Asociaciones de ofendidos

  • La denuncia a un instituto en Baena por parte de una familia a raíz de una actividad del 25N debería hacer reflexionar sobre el sentimiento de ofensa y sus consecuencias en la sociedad actual

Docentes a la espera de la declaración del profesor en los juzgados de Baena.

Docentes a la espera de la declaración del profesor en los juzgados de Baena. / Sara Núñez

En poco tiempo todos perteneceremos a alguna asociación de ciudadanos ofendidos. Jóvenes que se ofenden porque un adulto les da un consejo; adultos que se ofenden porque un joven los llame “señor” en el autobús; abuelos que se ofenden cuando se les dice “ancianos”; mujeres que se ofenden cuando se utiliza el plural masculino; hombres que se ofenden si se utiliza el plural femenino; lectores que se ofenden por estas líneas. Habrá asociaciones para todas y para todos; también para todes. Existirá una asociación de familias agnósticas cuyo único objeto social será denunciar todo lo que les ofenda; y otro colectivo de familias católicas con el objetivo contrario; y un club para familias que no se sientan agnósticas ni católicas, y que pleitee contra las dos anteriores cuando una información de prensa, un anuncio de televisión o un aviso en el BOE no las represente.

Sentirse ofendido es uno de síntomas más palpitantes del mundo actual, algo que nos sitúa en un aquí y ahora urgente e irreflexivo. Porque hay ofensas para todos los gustos. Lo rural que se ofende cuando lo urbano lo idealiza; lo urbano que se molesta cuando lo rural lo satiriza. Animalistas contra taurinos; veganos contra omnívoros; ciclistas contra peatones. Hemos visto esta semana que, lejos de ser ciencia ficción, una de estas ofensas llegaba al Juzgado de Baena mientras una parte de la sociedad observaba con estupefacción y otra parte lo aplaudía. Porque solo desde un profundo sentimiento de ofensa puede explicarse que una familia haya decidido denunciar a un instituto por centrar una actividad del 25N, el Día Internacional de la Eliminación de la Violencia contra la Mujer, en el caso de Ana Orantes.

Ha ocurrido en el instituto de educación Secundaria Luis Carrillo de Sotomayor de Baena. Y un profesor era llamado a declarar por el juez en calidad de testigo para aclarar lo sucedido. Esto es, por qué proyectó en clase la entrevista que Ana Orantes protagonizó en 1997 en un programa de Canal Sur y en la que, por primera vez, una víctima del machismo relataba abiertamente un infierno doméstico de 40 años. Dos semanas después, el maltratador se vengó por el durísimo testimonio de la mujer y la asesinó. Este drama sacó la violencia machista del ámbito doméstico, la situó en el plano público y atrajo sobre esta lacra el foco político y social en España. Tiempo más tarde el Congreso aprobaba la Ley Integral contra la Violencia sobre la Mujer e iniciaba una estadística que ya incluye más de un millar de nombres de víctimas mortales, algunas de ellas en la provincia de Córdoba.

Pese a que la realidad es tozuda, el club de quienes se ofenden, hombres y mujeres, porque a esta situación se le llame violencia machista es cada vez mayor. Hasta el punto de que Vox, que ha respaldado públicamente a la familia ofendida en Baena, ha acuñado el término de violencia intrafamiliar. Los padres “dieron un paso adelante, un paso valiente, para denunciar el adoctrinamiento en las aulas y para denunciar una situación que nosotros creemos que no es legítima”, dijo el miércoles henchido de orgullo el único diputado provincial de Vox, Rafael Saco, para quien abordar el asesinato de mujeres en la educación pública es un “atentado contra la libertad”. Las familias “no pueden conocer ni negarse a las actividades que van a realizar sus hijos, más allá de lo que es el currículo escolar”.

Para solucionar ésta y futuras situaciones análogas, la propuesta de Vox es la creación del PIN Parental, una aplicación a través de la cual los padres podrán autorizar expresamente cualquier actividad que afecte a cuestiones morales socialmente controvertidas, que últimamente son todas, sobre sexualidad o que puedan resultar intrusivas para la conciencia y la intimidad del alumnado. Ayudará, por ejemplo, a que el 25N pueda haber varios grupos de niños y profesores en los centros: el de quienes llaman violencia machista al asesinato de una mujer a manos de su marido y el de quienes lo llaman violencia intrafamiliar. Será fácil clasificar al alumnado en cuestiones controvertidas, por ejemplo, el 28 de junio, Día del Orgullo. O cuando llegue el 28F, Día de Andalucía, y unos tomen un desayuno molinero en el patio mientras otros se queden en clase porque sus familias dudan de la patria andaluza. Nadie se sentirá así ofendido, aunque estas distinciones puedan recordar mucho a situaciones del pasado.

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