Subbética

Muere Andrés Cabeza, el sacerdote de la Casita de Nazaret de Lucena

  • El funeral se celebra este martes 10 de marzo en la iglesia parroquial de San Mateo Apóstol

  • Durante dos décadas había ejercido el sacerdocio en la parroquia de San Sebastián en Montilla

El sacerdote Andrés Cabeza, en el centro, durante una misa por las fiestas de Campo de Aras.

El sacerdote Andrés Cabeza, en el centro, durante una misa por las fiestas de Campo de Aras. / Manuel González

El mensaje evangélico puro y el interés sincero por cualquier persona constituían la esencia de la vocación pasional del sacerdote lucentino Andrés Cabeza Hurtado. Residía en La Casita de Nazaret, un hogar humilde y de acogida, ubicado en el entorno de La Camila, en el término municipal de Lucena, y donde formaba y convivía con grupos cristianos.

Acababa de cumplir –el pasado 20 de febrero- 84 años, edad a la que ha fallecido en su localidad natal. Actualmente, era adjunto a la iglesia de San Pedro Mártir, en la parroquia de Santo Domingo. En los últimos tiempos, una grave enfermedad ya le impedía atender su servicio pastoral.

Ordenado presbítero el 17 de junio de 1962, ejerció de párroco, durante más de dos décadas, en la iglesia de San Sebastián de Montilla. Y, ya en Lucena, cumplió su misión como capellán del monasterio de San José de las Carmelitas Descalzas, vicario de Nuestra Señora del Carmen, administrador parroquial de Santiago Apóstol o responsable espiritual de la residencia de ancianos de Jesús Abandonado. Otros cargos eclesiásticos los desempeñó en Palma del Río, las pedanías lucentinas de Las Navas del Selpillar y Jauja y la aldea ruteña de Zambra.

En su dimensión docente, cultivando y exteriorizando una concepción cristiana ecuménica, fue profesor del Seminario Menor y de un Liceo, en Colombia, entre los años 1968 y 1969. 

La bondad, la sencillez y la cercanía prevalecieron siempre, de forma inalterable, en su actitud y su conducta.

David Aguilera, vicario episcopal de la Campiña, lo define, en declaraciones a El Día, como “un sacerdote muy jovial, muy servicial, se prestaba, a menudo a ayudar a los compañeros y siempre me pareció una persona con la mente muy abierta, bastante adaptado a los tiempos actuales”. Concluye su fiel evocación de Andrés Cabeza apostillando que era “espiritual, muy sociable, no hacía ruido, era discreto y ha pasado por este mundo haciendo el bien”.

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