Tribuna

Salvador Gutiérrez Solís

@gutisolis

Las viejas ovejas

Nuestros viajes espaciales, nuestros megas y telescopios, nuestros laboratorios y robots, plegados ante el virus. El viejo y nuevo maldito virus.

Las viejas ovejas Las viejas ovejas

Las viejas ovejas

Las universidades cerradas y los bares abiertos, y no es el lema de una nueva versión de Farenheit 451, no es una distopía, es la realidad, es lo que está sucediendo en Granada, mismamente, pero también en otra ciudades. ¿Cómo lo podemos explicar? ¿Se puede explicar? Esta pasada semana, he participado en dos presentaciones de libros en las que se han quedado fuera bastantes personas, sin poder acceder. En ambas, cumpliéndose escrupulosamente las medidas de seguridad, que trasladan a la soledad naúfraga a los asistentes, ya que nos convertimos en aisladas islas. Y todos con la mascarilla puesta todo el tiempo, repito, todo el tiempo. Esas dos imágenes, que conservo en mi retina, las podría comparar con las de cualquier terraza, veladores, bar o estación de metro y no nos costaría encontrar muchísimas diferencias, muchísimas. De volumen, de concentración, de usos, de modos, de todo. Me temo que dejaríamos de ver diferencias para ver más que una evidente desigualdad. Y cualquier desigualdad, todas ellas, son malas.

Una sociedad que pretende seguir mirando hacia adelante, no puede frenar su cultura y formación. Una sociedad que quiere crecer, no puede maniatar a sus agentes culturales y a sus entes formativos. Como solemos decir, eso es dispararse en los pies, dejar de utilizar la mano correcta. Y eso es, precisamente, lo que estamos haciendo. Y ya no son apreciaciones, juicios de valor, ni nada que se le parezca, es la que realidad que podemos contemplar cada día. El que me encanten los bares, soy asiduo, lo reconozco, no me coloca una venda en los ojos. Tampoco le achaco la responsabilidad a sus propietarios y empleados, faltaría más, solo me hago eco de una realidad que es tangible, que todos podemos ver.

Ha sido una semana de diferencias, y algunas más visibles que las citadas anteriormente. Menuda estampa la de las 2.000 ovejas atravesando la ciudad de Córdoba, conducidas por Felipe Molina, su pastor. Regresan, libres de covid, y eso que ellas no respetan la distancia de seguridad, tras pasar el verano en Guadalcázar, a una finca cercana a Rabanales. Menuda imagen, las ovejas rodeando la universidad, toda una metáfora de este tiempo, con una simbología que se podría interpretar de muy diferentes maneras (de muy diferentes maneras). En esta sociedad nuestra, tan tecnológica, invadida por las redes, con wifis hasta en las orejas, la trashumancia sigue existiendo. Coexiste, sobrevive, permanece. Una imagen que también cuenta con sus propias diferencias, que nos traslada a otro tiempo, o a otras esencias y singularidades que permanecen limpias y puras, ajenas a este mundo nuestro que a veces es esperpento, drama, comedieta o ciencia ficción.

Y de vez en cuando necesitamos volver a sentir la piel, tal cual, sin adornos, sin cremas antiarrugas, sin capas superficiales. Ese sentirnos nosotros mismos tiene mucho de reconciliación, de reencuentro, pero también de conocimiento. Saber de dónde venimos, lo que fuimos hasta no hace tanto, para descubrir que tal vez necesitemos más personas como Felipe Molina y menos botarates de tres al cuarto, de sabiduría raquítica y pose exagerada, que cada día se empeñan en mostrarnos el camino.

Cataluña cierra los bares y terrazas, durante 15 días, y París decreta el estado de alarma -¡Macron abducido por los rebeldes bolcheviques!-, vaya, la Europa del diseño y la contemporaneidad se pliega hasta la enfermedad. Aunque nueva, no deja de ser una evolución de esas viejas plagas que nos han asolado cada cierto tiempo. Nuestros viajes espaciales, nuestros megas y telescopios, nuestros laboratorios y robots, plegados ante el virus. El viejo y nuevo maldito virus. Cruzo las imágenes, cruzo los tiempos, e imagino la Torre Eiffel rodeada por esas dos mil ovejas en busca de su camino, en busca de su origen. Al que siempre regresamos, lo queramos o no, porque la sangre, las raíces, la naturaleza tienen más fuerza que cualquier otro elemento. Cruzo tanto las imágenes, que me confundo con ellas, y puedo verme, vernos, como esas ovejas, las mismas viejas ovejas. Felipe Molina, de profesión pastor.

MÁS ARTÍCULOS DE OPINIÓN Ir a la sección Opinión »

Comentar

0 Comentarios

    Más comentarios