Tribuna

Salvador Gutiérrez Solís

@gutisolis

La vida de los libros

La vida de los libros La vida de los libros

La vida de los libros

Septiembre llega cada año con el fin de las vacaciones (quien las haya podido disfrutar, claro), sus coleccionables, de todos los colores y tamaños, y sus libros por forrar, para todos aquellos que tenemos hijos en edad escolar. Con el paso de los cursos, debo de reconocer que me he perfeccionado, y hasta cuento con lo que podríamos calificar como solvencia, en la tarea de forrar libros, que yo sigo realizando de manera tradicional. O sea, rollos (y rollos) de plástico transparente y cinta adhesiva (ese fixo de toda la vida). Y tijeras, por supuesto. Y paciencia, sobre todo. Todos los años hay quien me advierte que existen unos forros prefabricados, según cuentan muy fáciles de utilizar, que sigo desdeñando. No sólo por economía, también por una especie de melancolía, lo reconozco. Estoy convencido de que dentro de unos años echaré de menos esta tarea que, me sincero, no me resulta tan desagradable. Para alguien como yo al que le gusta planchar (y no admito camisas ajenas), no se si por estimulante, mecánico, o por la sensación de hacer algo útil con mis propias manos, el forrar libros tiene algo de logro, de campeonato sin rivales, y por eso cada nuevo ejemplar que cubro con su plástico lo celebro como ese león que exhibe su nueva captura en la sabana. Forrar libros representa, sobre todo, que un nuevo curso comienza, que las puertas de los centros educativos se han abierto otra vez, lo que siempre debemos seguir entendiendo como una gran noticia. Lo que vendrá está ahí, lo que seremos, lo que debemos llegar a ser, el mañana que nos aguarda. De ahí mi absoluta admiración y respeto por los docentes, a los que les entregamos lo más valioso que tenemos: nuestro futuro. Aunque la imagen de las manos en la arcilla ya esté muy manida, por eso no deja de ser cierta. Sobre ellos recae una gran responsabilidad, que hasta el momento han sido capaces de solventar con eficacia, hasta en los momentos más complejos, en lo más duro de la pandemia.

En esos libros que forramos, con mayor o menor cabreo, y a pesar de las propuestas de contenidos de algunos, todavía quedan algunos censores sueltos por ahí, se encuentra algo que debería dar sentido a nuestras vidas cada día: el conocimiento. Y aquí sí que cabrían mil frases manidas, pero también ciertas todas ellas. El saber no ocupa lugar, hay que aprender algo nuevo cada día, etc, etc. Yo no concibo la vida sin un continuo aprendizaje, es la sensación más poderosa, más antisoberbia y más refrescante, que podemos alcanzar. Buscar la plenitud, esa utopía, ese fascinante viaje que te reporta el conocimiento, y en el que los libros juegan un papel determinante. Forro libros y pienso en toda la vida que se esconde entre sus páginas, vida que se añade a otras vidas.

Quien sabe mucho de la vida de los libros, y de sus segundas, terceras y cuartas vidas es Miguel Marzo, propietario, referencia, alma y algo más de La Palabrería. Acaba de cumplir 8 años un establecimiento único en su concepto, y que es un templo y un homenaje a los libros, y sobre todo a sus vidas. Libros de segunda mano al peso, deme medio kilo de Balzac y un cuarto de Javier Marías, escritor esencial, que hemos perdido demasiado pronto.

Reconozco que fue muy emocionante encontrarme con Miguel en su establecimiento del mercado de la plaza de la Corredera, donde ya ha dejado de ser una extrañeza para convertirse en alguien y algo habitual. Entre su puesto, domicilio y almacén, son más de 30.000 los ejemplares que contabiliza. Le conté a Miguel que hace unos meses, me sorprendió la respuesta de un compañero de profesión, que no entendía que me gustara ver algunas de mis novelas en las mesas de segunda mano. Y claro, hablamos de las vidas del libro, que puede seguir siendo joven y fuerte, ilusionante, entre otras manos y ante nuevos ojos. Algo similar a los libros de texto que estoy forrando, cada nuevo curso rejuvenecen en las mochilas, camino de los colegios. Por suerte, el corazón que les mantiene con vida sigue latiendo, constante y grave, curioso, necesitado de conocimiento. Podemos seguir mirando hacia el futuro con esperanza e ilusión, no es poco.

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