Tribuna

Jesús Rodríguez Baño

Jefe de Servicio de Enfermedades Infecciosas del Hospital Universitario Virgen Macarena

La resistencia a los antibióticos

La resistencia a los antibióticos La resistencia a los antibióticos

La resistencia a los antibióticos / rosell

Casi todo el mundo ha oído hablar del problema de las resistencias bacterianas. Sin embargo, sus causas y las graves consecuencias que tiene para la salud humana no son tan bien conocidas por los ciudadanos. Los modelos predictivos indican que, de no cambiar las cosas, en 2050 morirán más personas de infecciones causadas por bacterias resistentes que por cáncer u otras enfermedades, pero esto no significa que una simple faringitis o un catarro vayan a convertirse en mortales. No es eso: las faringitis o los catarros seguirán siendo molestos pero banales.

La cuestión radica en que los antibióticos son esenciales en muchos aspectos de la medicina moderna. Muchos tipos de cirugía, los trasplantes, los tratamientos del cáncer, los tratamientos inmunosupresores de muchas enfermedades o las medidas de soporte que se realizan en las UCI conllevan un alto riesgo de infección, que se pueden prevenir o curar con antibióticos. No serían posibles sin ellos. No sólo eso: los antibióticos curan la mayoría de las infecciones bacterianas graves que pueden ocurrirnos a cualquiera, y otras menos graves pero muy molestas y que eventualmente pueden complicarse. Es el tratamiento de todas estas infecciones lo que está en riesgo como consecuencia de las resistencias microbianas.

Sin embargo, los antibióticos no son eficaces en las infecciones causadas por virus, como son los resfriados, la gripe o la mayoría de las faringitis y bronquitis; o el Covid-19, sin ir más lejos. Estas infecciones no van a cambiar porque haya resistencias. Y, sin embargo, usar antibióticos para las mismas, o usarlos inadecuadamente en cualquier contexto, contribuye a que aumenten las resistencias.

¿Por qué tomar antibióticos favorece las resistencias? No es que las bacterias se hagan más "fuertes". Lo que ocurre es que el antibiótico que tomamos no sólo matará la bacteria que queremos que mate, sino que lo hará además con otros millones de bacterias con las que convivimos, sobre todo en nuestro intestino (la llamada microbiota intestinal). En este microbiota hay siempre algunas bacterias, inicialmente minoritarias, que son resistentes a ese antibiótico; éstas, al tomar el antibiótico van a multiplicarse sin la oposición de las otras bacterias, convirtiéndose en predominantes, con lo que se convertirán en la causa más probable de la siguiente infección que, ahora sí, será por una bacteria resistente. No sólo eso: al ser predominantes, podrán transmitirse con mucha facilidad a otras personas.

El problema es más complejo. Algunas de las bacterias resistentes del microbiota humano pueden proceder de alimentos de origen animal o vegetal que las contengan como consecuencia del uso inadecuado de antibióticos en animales y en el medio ambiente. Esto obliga a considerar el concepto de "una salud", que engloba la salud humana, animal y ambiental.

Obviamente, un problema complejo necesita soluciones complejas. En este sentido se orienta el Plan Nacional de lucha contra las Resistencias a los Antibióticos (PRAN), coordinado por la Agencia Española de Medicamentos y Productos Sanitarios desde 2014. En un país como el nuestro, que está entre los países europeos con mayores tasas de resistencias microbianas y mayor consumo de antibióticos, el PRAN es, sin duda, una herramienta útil y necesaria, que necesita un apoyo decidido de recursos. Conseguir un uso adecuado de antibióticos en todos los ámbitos, prevenir la transmisión y promocionar la investigación sobre nuevas soluciones son acciones absolutamente necesarias.

El epicentro del problema está en los hospitales, por ser en ellos donde se realizan los procedimientos antes señalados, y donde confluyen un alto uso de antibióticos y las mayores opciones de transmisión. Así, es necesario que el uso de antibióticos y la transmisión en los centros sanitarios sean consideradas materias altamente sensibles por las autoridades y profesionales sanitarios. El uso de antibióticos es considerado hoy medicina de alta precisión: decidir, en cada paciente concreto, cuándo hay que indicar un antibiótico, qué antibiótico (es el más eficaz y con menor impacto en seleccionar resistencias), a qué dosis y con qué duración en cada paciente requiere conocimiento especializado, no accesible para todos los especialistas.

La solución la ha mostrado la evidencia científica: deben instaurarse programas multidisciplinares en todos los hospitales que posibiliten un uso excelente de los antibióticos. Es llamativo que nuestro país siga siendo una excepción en la UE y en el mundo como uno de los pocos en los que la especialidad clínica de Enfermedades Infecciosas no está oficialmente reconocida, haciendo caso omiso al Centro Europeo de Control de Enfermedades. De hecho, las recomendaciones internacionales indican que estos programas deben estar liderados en los hospitales por infectólogos e integrados además por microbiólogos, farmacéuticos, internistas, intensivistas, pediatras, cirujanos, preventivistas y personal de enfermería.

La lucha frente a las resistencias a los antibióticos va a ser larga y difícil. Necesitamos que exista conciencia ciudadana y profesional sobre el problema, que las autoridades sanitarias lo consideren prioritario y que se dediquen los recursos y herramientas que un problema de esta magnitud precisa. Una parte importante de la medicina del presente y del futuro están en riesgo.

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