Tribuna

José Manuel macarro

Catedrático de Historia Contemporánea

"La peor sociedad que haya existido"

Instalados en nuestros clichés encontramos una seguridad que desaparecería si reconociésemos que son los tópicos los que sustentan nuestra opinión sobre EEUU

"La peor sociedad que haya existido" "La peor sociedad que haya existido"

"La peor sociedad que haya existido"

No sé nada de la sociedad y la política de EEUU. Por ello no puedo opinar sobre la victoria de Trump más allá de manifestar la antipatía que pueda tener por él; cuestión que a nadie interesará lo más mínimo. En cambio sí tengo alguna idea de la sociedad y la política española, y ahora, merced a la cobertura que los medios han prestado a las elecciones americanas, de la calidad de sus informaciones. Conociendo un poco a los dos primeros sujetos, y cada vez mejor ilustrado sobre los terceros, no me ha sorprendido la baja calidad de la que nos han aportado dichos medios. Éstos, en vez de proporcionarnos datos, descripción de actores definidos e intereses constatables de un electorado variopinto, lo que nos han ido ofreciendo ha sido un calco de los debates españoles. Ésos en los que las valoraciones se sobreponen al conocimiento de los hechos. Posiblemente porque parte de los españoles se mueven en un mundo en el que tales hechos salen del análisis para ceder el paso a una interpretación moral e ideológica previa de ellos, que suele tener que ver muy poco con la realidad.

Desde esta premisa entiendo las respuestas que los españoles ofrecen en la última encuesta del CIS. Resulta que aunque el paro haya bajado del 20%, sigue siendo el problema que más afecta, sorprendente y contradictoriamente, al 42,5% de los encuestados. En contra de lo que se palpa, por ejemplo, en la asistencia al fútbol, a conciertos, bares, vacaciones de verano, tráfico, etcétera, la situación económica es mala o muy mala para el 64,8%, y para el 81.2% es igual o peor que hace un año. Valoración de la realidad que contradice los hechos que palpamos diariamente. No es extraño, pues, que el político mejor valorado sea nada menos que Xavier Domènech, el oscuro podemita de Barcelona. Acorde con tal capacidad analítica, encaja que en la información sobre la campaña norteamericana las valoraciones morales de los candidatos y sus votantes hayan sustituido al análisis de ambos. Con el estrambote final del recurso a los mismos tópicos que cuando ganó Reagan, aunque éste no merece ser comparado con Trump: me refiero a la cantidad de pretendidos intelectuales que piensa exiliarse otra vez a Canadá, aunque después no se vaya ninguno.

Jean-François Revel, en su libro La obsesión antiamericana, dedicó un capítulo a todos los tópicos que tenemos los europeos sobre la sociedad americana, "la peor sociedad que haya existido jamás". Creemos, nos dice, que esa sociedad está regida por el dinero y no tiene más valores. Todos los presidentes están vendidos a las petroleras o grupos de presión. La pobreza es enorme, porque no hay seguridad social ni sanidad y la violencia es imperante. Si no bastara, "…los americanos tienen a gala elegir como presidentes a simples retrasados mentales. Desde el vendedor de corbatas de Missouri Truman hasta el cretino congénito de Texas George W. Bush, pasando por el vendedor de cacahuetes Carter y el actor de serie B Reagan, contemplamos en la Casa Blanca una auténtica galería de retrasados mentales profundos".

Sin duda, Trump es el perfecto colofón para enriquecer la lista. Lo que no parece importar, por ejemplo, es que sigamos sin conocer los límites que la mayoría republicana puede imponerle en ambas cámaras; que dudemos de sus advertencias a China, cuando este país posee un enorme volumen de deuda norteamericana; que no sepamos nada de la complejidad social de un continente para refugiarnos en la pereza de las categorías tópicas -negros, blancos, hispanos, inmigrantes…-, sin detenernos a pensar que posiblemente no actuará igual una persona de clase media profesional, sea blanca, negra, amarilla o hispana, que otra del mismo grupo racial pero de clase baja, etcétera. etcétera. Nada de esto importa, porque instalados en nuestros clichés encontramos una seguridad que desaparecería si reconociésemos que son los tópicos los que sustentan nuestra opinión sobre EEUU. Y que es nuestra confusión entre la realidad y su valoración moral la que ofusca nuestra capacidad de entender. Puede ser, como afirma Revel al apostillar sus citas anteriores, que "semejantes barbaridades reflejan más los problemas sociológicos de quienes los profieren que los defectos de la sociedad a la que se imaginan procesar".

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