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Todos los seres vivos se comunican entre sí mediante señales. En los humanos, sobre todo, mediante la palabra, pero otros lenguajes, como el corporal, son también de gran importancia. Aunque el feísmo, la provocación, etc., forman hoy parte del argumentario “estético” del arte moderno, la belleza, cualquier cosa que se entienda por ella, existir existe. Al contrario que en la teoría marxista en la que el único capital seria el económico, para el sociólogo francés Pierre Bourdieu hay, además, otras formas de capital: el humano, el social y el cultural que, por su escasez y desigual distribución, obligan a los humanos a competir por su posesión concediéndoles a quienes las disfrutan de alguna forma de poder. Un capital humano, cultural y social, que de forma más genérica podemos identificar como “capital simbólico”. Es decir, todo lo que tiene que ver con aquellos valores intangibles que se convierten en reales cuando otra persona los percibe. No en vano si hay alguna distinción cualitativa entre los animales y los humanos es la capacidad para generar símbolos, es decir representaciones abstractas de la realidad, una capacidad a la que el propio cuerpo humano no podía ser una excepción. En 2010 la doctora Catherine Hakim, publicó en la European Sociological Review un artículo que causó gran revuelo en la comunidad científico-social, especialmente entre los teóricos del género. Además de estas tres formas de capital Hakim propone un cuarto tipo: el capital erótico. La belleza siempre es un elemento central del capital erótico, aunque las ideas acerca de lo bello cambien con las culturas, y con el tiempo. El “atractivo” comprende a la belleza y al sex appeal pero los trasciende. Incluye también la gracia, el encanto, el don de gentes, la facultad de caer bien y hacer que los demás estén a gusto, contentos, con ganas de conocerte y de desearte. También la vitalidad, mezcla de buena forma física, energía social y buen humor. Todos estos atributos son, por así decirlo corporales, pero lo erótico comprende también el modo de vestir, de pintarse la cara, los perfumes, las joyas u otros adornos, el peinado y los diversos accesorios que lleva la gente, que son componentes extracorporales pero que en la sociedad humana son inseparables de la corporalidad. El capital erótico, incluye, sobre todo, el lenguaje como expresión última de la inteligencia racional y sintiente, el mayor instrumento de seducción de los humanos. Un estudio del profesor Félix Requena de la Universidad de Málaga (UMA) sobre una amplia muestra representativa de la población española, arroja alguna luz sobre las dificultades para identificar el papel de la belleza y del atractivo, –el capital erótico–, sobre el bienestar y la felicidad. Los resultados muestran, en primer lugar, la importancia del capital erótico sobre el bienestar de los sujetos, similar al del resto de los capitales económicos, sociales o culturales. En segundo lugar, que ambos sexos valoran de manera parecida la importancia y la influencia del atractivo físico sobre el bienestar y la felicidad (una observación que desmiente la idea dominante de que a lo largo de la historia tiene más importancia el capital erótico en las mujeres que en los hombres.). En tercer lugar, que hay una gran disparidad entre lo que la gente cree que es importante (emic) para el bienestar y lo que luego realmente responde como lo importante (etic). Finamente el estudio muestra que belleza y fealdad no se comportan de manera simétrica en su asociación con el bienestar y la felicidad, pues mientras que la fealdad contribuyó a disminuir el bienestar subjetivo, la belleza no contribuyó a ese bienestar de manera tan clara. En otras palabras, que no ser feo es más importante que ser guapo. Recordar estas ideas básicas no es ocioso en un momento en que el erotismo está siendo cancelado por determinadas ideologías postfeministas que desde el poder intentan redefinir el capital erótico como un instrumento de seducción solo femenino al servicio de la atracción auto u homoerótica, desposeyendo a los hombres, en nombre de su pecado original heteropatrialcal, de cualquier forma, de erotismo legítimo. La cancelación del capital erótico masculino es una forma de desamortizacion en función del sexo, y reniega, de manera indirecta, de la existencia de tal cosa como el cortejo (que es siempre cosa de dos), lo que en la práctica supone una vuelta a viejas formas de amor libre, representado por la satisfacción casual, homo o heterosexual, ahora exenta de erotismo. Desprejuiciar el sexo, prescindiendo de su fuerza genesiaca, psicológica y social, es romper con la continuidad filogenética que nos explica como humanos y es coherente con quienes considerando la sexualidad solo como un constructo cultural han terminado por incluir en el BOE la negación de la existencia de hombres y mujeres (sexo masculino y femenino). Esta negación moderna del sexo y esta cancelación del erotismo masculino no es muy diferente a la que ha llevado, en muchos momentos de la historia, a la sublimación de la sexualidad en nombre, por ejemplo, de la religión, justificando la separación entre personas con estatus superior (angelical) y personas con estatus inferior (bestial). Aunque en este caso, los segundos (los hombres) sean casi el 50 % de la humanidad.
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