Tribuna

Salvador Gutiérrez Solís

@gutisolis

La mitad invisible

La historia está necesitada de reinterpretar, porque el pasado, por el simple hecho de serlo, no cuenta con el don permanente e inalterable de la verdad absoluta

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La mitad invisible

En los últimos meses, algunas publicaciones nos están recordando que la presencia de las mujeres en el mundo de la Cultura no ha sido tan mínima y reduccionista como hasta ahora hemos creído, y que, como ha sucedido con todas las manifestaciones sociales, de la economía a los deportes, siempre ha habido mujeres en todos los ámbitos, también en el artístico o creativo. A pesar de los pesares, de las puertas cerradas, de la incomprensión, de las zancadillas, sí, hubo mujeres, hay mujeres. Como las hubo, y hay, en los laboratorios, investigando, en los hospitales, en los juzgados, en la política o en el deporte. Las que dejamos, sí, las que pudieron, las que escaparon de todas nuestras trampas, sí, pero las hubo. Excepciones de una maldita e injusta regla, sí, pero las hubo. Las hay. Como hubo mujeres escritoras en la Generación del 27, sí, con nombres y apellidos, y algunas de ellas autoras de obras de una calidad incuestionable. Le enumero algunas: María Teresa León, Ernestina de Champourcín, Concha Méndez, Carmen Conde o María Zambrano, entre otras. Y también hubo escritoras en el boom latinoamericano, como bien señala la escritora Luna Miguel en El coloquio de las perras. No solo ofrecieron sus obras Vargas Llosa, García Márquez o Julio Cortázar, también Elena Garro, Rosario Ferré o Pita Amor. Eso sí, casi cuarenta años después, mismo comportamiento que en el 27: invisibilizar a las mujeres.

Muy recientemente, han llegado a las librerías nuevas obras que inciden en esta necesaria reparación, en esta nueva lectura de una historia cuajada de faltas, sombras y lamparones. Una historia que está necesitada de reinterpretar, porque el pasado, por el simple hecho de serlo, no cuenta con el don permanente e inalterable de la verdad absoluta. Gracias a dos magníficos ensayos hemos sabido que lo que hoy conocemos como periodismo moderno se debe, en gran medida, a la incorporación de las mujeres a las redacciones de los periódicos, tal y como señala Bernardo Díaz Nosty en Voces de mujeres. Periodistas españolas del siglo XX. Igualmente, Mar Abad, en Antiguas pero modernas, rescata del olvido a un grupo de periodistas que no merecen, por calidad y trascendencia, quedar en las silenciosas profundidades de la hemeroteca. Mujeres en un campo, a veces minado, reservado casi exclusivamente a los hombres. Rosario de Acuña, Sofía Casanova, Carmen de Burgos, Colombine, Aurora Bertrana y Josefina Carabias. Se suma, en la misma dirección, el programa ideado por Eva Díaz Pérez, al frente del Centro Andaluz de las Letras, denominado Sabias y audaces, una galería de autoras olvidadas, en el que se recuperan a creadoras cuyas huellas se intentó borrar durante décadas, sin tener en cuenta la calidad de sus obras. Ana Caro, Carmen Silva o María Lejárraga, algunas de estas sabias y audaces autoras a redescubrir.

Pedagogía, reparación, recuperación y reclamación, igualmente, en Las invisibles, del periodista Peio H. Riaño, adentrándose en el relato anacrónico y descontextualizado del Museo del Prado. Un museo que aún hoy, siglo XXI, sigue ofreciendo una imagen dual de las mujeres, como musas o como víctimas. Lo que debería ser un espacio de arte e inclusión, sigue siendo hoy un decálogo de la misoginia y del machismo más galopante, hasta el punto de ofrecer un relato decimonónico de muchas de las obras que expone. Baste el ejemplo de la Judit, de Rembrandt, hasta 2009 Artemisa, en el polo opuesto de la brava soberana, a lo Daenerys, que se enfrenta al dictador. Hemos de celebrar estas obras recientemente publicadas, por su componente pedagógico, pero también por la justicia que entrañan. Interpretar el pasado en clave de presente es una asignatura a la que no debemos renunciar, y no nos podemos conformar con el cansino "eran otros tiempos". No. Para acabar con esos "otros tiempos" hay que abrir las puertas, las ventanas, y permitir que el aire, las palabras, las palabras de hoy, renueven ese pasado que nos contaron a medias. Justo a medias, sin tener en cuanto a una mitad de la población: las mujeres.

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