Tribuna

Rafael Recio Barba

Médico Traumatólogo

A la enfermería

A la enfermería A la enfermería

A la enfermería

Nos hemos preguntado alguna vez la inmensa labor que realizan los enfermeros en el ámbito sanitario? ¿Sabemos y tenemos conciencia que son el eslabón fundamental junto con los auxiliares y celadores? Estas preguntas siempre me las he hecho durante toda mi vida profesional y desde estas letras quiero expresar mi gratitud a todas aquellas personas que han cuidado día y noche sin desfallecer a todos y cada uno de los pacientes a nuestro cargo; sin su apoyo y abnegación no hubiésemos alcanzado el beneficio terapéutico de nuestras actuaciones. "Sin ti no soy nada" es la carta que el doctor López, un médico de un consultorio rural de Sevilla, escribió desde la más profunda admiración a un gremio que para él es indispensable y merece un reconocimiento: Los enfermos.

Si nos remontamos a la historia vemos por qué la celebración del día de la enfermería se hizo el mismo día que nació Florence Nightingale, 12 Mayo de 1820, conocida como "la dama de la lámpara", por un retrato de Florence llevando una lámpara y atendiendo pacientes. Con 38 enfermeras se le destinó al hospital militar en Scutari, en Turquía, en la guerra de Crimea. Fue la primera vez que se les permitió a mujeres servir oficialmente en el ejército. Fue precursora de la medicina preventiva, pues con labores de higienización había evitado el 99% de las muertes indirectas de los pacientes, como plasmó en el Diagrama de la Rosa, un gráfico circular en el que expresaba la disminución de las muertes evitables. La ayuda que dirigió a los más necesitados nos sirve de ejemplo para la realidad actual.

Pienso que hay una Florence Nightingale en todas y cada una de las personas que se encargan del cuidado de los enfermos, que en ese momento son las personas más necesitadas, no por falta de recursos económicos sino por necesidad de apoyo, empatía, calor humano y respeto. Respeto ante la dignidad de la persona, en ese momento más vulnerable y humillada ante la enfermedad. La labor de la enfermería tanto de día como de noche es encomiable, siempre están allí donde se les necesita, iniciando las primeras labores de atención y preparando la situación para el trabajo en equipo cuando la situación lo requiere. Pero no sólo ayudan a los pacientes, sino que también apoyan a los familiares, a veces desorientados ante la adversidad de la enfermedad, hacen sin proponérselo la auténtica humanización de la medicina, con respeto y dignidad para el enfermo, aliviando, y siempre consolando.

En El hombre en busca de sentido, su autor, Víktor Frankl, reivindica la dignidad de la persona, convirtiéndose en un profeta de esperanza que, incluso, en las condiciones más extremas de deshumanización y sufrimiento, el hombre puede encontrar una razón para vivir. "Lo importante no es lo que nos hace el destino, sino lo que nosotros hacemos de él". Florence Nightingale.

La dimensión del trato es fundamental. Si es correcto y adecuado juega también un importante papel terapéutico, porque no sólo curan los fármacos y las técnicas, sino que también hay gestos sanadores. Y con un trato adecuado, incluso la enfermedad, o las situaciones de precariedad, pueden vivirse de una manera más sana.

La implicación, la proximidad y la sensibilidad hacia las personas, hace que la mayoría de los profesionales de nuestros centros, a pesar de la crisis y de entornos a veces poco favorecedores, sigan siendo personas que nos generan gran admiración y respeto por su dedicación y compromiso con las personas que atienden, realizando una labor integral desde el punto de vista familiar, social y laboral.

El personal de enfermería es la pieza fundamental en el engranaje para la administración de unos cuidados de calidad. Pero además de la labor asistencial no olvidemos que los enfermeros juegan varios roles en el sistema sanitario actual que, además del más importante, el asistencial, desempeñan otros como gestores, educadores, investigadores y trabajadores de equipo. Todos ellos importantes para labor en común.

Ernst von Leyden, conocido médico alemán, hacía a sus alumnos esta aguda advertencia: "El primer acto terapéutico es dar la mano al enfermo".

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