Tribuna

Francisco J. Ferraro

Miembro del Consejo Editorial del Grupo Joly

En 2021 comienza el futuro

Además de la recuperación económica, en 2021 se producirán cambios que pueden alumbrar una fase diferenciada en la evolución histórica

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En 2021 comienza el futuro

No hay que ser un genio de la prospectiva para augurar que el año 2021 será mejor que el nefasto 2020, pues si bien se mantienen muchas incertidumbres, la vacunación y el mantenimiento de medidas precautorias permiten prever que el impacto sanitario de la Covid-19 se irá reduciendo, mientras que, tras la fuerte contracción económica del año pasado, no es necesario que la economía tenga un comportamiento muy expansivo para que la resultante sea una recuperación de la producción.

Las instituciones y analistas prevén una recuperación de la economía española en torno al 6,5%, y ligeramente superior para la andaluza. No obstante, la recuperación no será inmediata, sino que el primer trimestre todavía puede experimentar una ligera reducción del PIB respecto al mismo trimestre de 2020, siendo muy probable que el segundo trimestre arroje un balance mucho más positivo que el fuertemente contractivo del año pasado, y que en el tercero la recuperación continúe en un tiempo en el que es previsible que buena parte de la población se haya vacunado, que los contagios y fallecimientos se reduzcan de forma considerable y que, en consecuencia, podamos disfrutar de un verano si no normal sí de clara recuperación.

Más allá de la recuperación económica, se espera que en 2021 se pongan de manifiesto tendencias que pueden alumbrar una fase diferenciada en la evolución histórica. El escenario internacional de 2021 se inicia con el creciente protagonismo de China, que se ha enfrentado a la crisis del coronavirus con eficacia, siendo el único gran país que ha cerrado 2020 con un crecimiento positivo; además, se ha fortalecido con el acuerdo económico con la mayor parte de los países asiáticos, y sigue aumentando su influencia en África y América Latina. En Estados Unidos el gobierno de Joe Biden se enfrenta a la compleja tarea de redefinir su estrategia tras los desmanes de la presidencia de Trump, para lo que es esperable una mayor cooperación con Europa. Y la Unión Europea, liberada de las restricciones británicas y fortalecida políticamente tanto por su sólida posición en las negociaciones del Brexit, como por su decidida e integradora política de recuperación común, tiene la oportunidad de ser un jugador más decisivo en el escenario global.

Además de los posibles movimientos geostratégicos, el mundo postcovid trae consigo cambios tecnológicos, en el consumo y en la forma de producir, que tendrán su trascendencia en las instituciones; es decir, en las normas de convivencia, en el papel del Estado y las formas de gobernanza, y en las preferencias y valores sociales.

Entre estos cambios previsibles se encuentran los tecnológicos, derivados de la digitalización, la inteligencia artificial y la biotecnología. Cambios en las preferencias de los consumidores, y en consecuencia de la demanda y la oferta, como el aumento de la demanda sanitaria, del comercio online, del teletrabajo o del consumo a domicilio, mientras que se reducen el comercio tradicional, las necesidades de transporte y la intensidad turística. Algunos de estos cambios afectarán a la esfera privada, pero otros, como los derivados de la preocupación por el cambio climático, la seguridad o la sanidad van a demandar mayor intervención pública, lo que, unido a la inercia de políticas fiscales expansivas y la exigencia ciudadana de aumento del gasto público en sanidad, educación, lucha contra la desigualdad o cambio climático, requerirá un aumento de la presión fiscal y, por todo ello, un mayor protagonismo del Estado y de las políticas públicas.

Justo en esta coyuntura nos encontramos con la oportunidad histórica del Fondo de Recuperación y Resiliencia europeo que va a dotar a España y a Andalucía de una gran potencia inversora para la modernización económica. Oportunidad que debe aprovecharse en proyectos selectivos y transformadores y evitar repartos acomodaticios en inversiones intrascendentes.

El grave riesgo es que, cuando la calidad de las políticas públicas va a ser más decisiva, lo que exige claridad estratégica y políticas coherentes, soportadas por amplios consensos, definidas con rigor y ejecutadas con eficiencia y perseverancia, estas políticas públicas estarán en manos de una clase política que se desliza hacia el populismo y que antepone la lucha por el poder a cualquier otro objetivo.

Por tanto, el reto social es que las estrategias y políticas públicas sean el centro del debate social en lugar de las cuitas políticas intrascendentes, que en la mayoría de los casos ocupan el tiempo de los políticos, reproducen los medios de comunicación y encienden las redes sociales.

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