Tribuna

José María Cerezo López

Profesor de Economía Aplicada de la Universidad

La alienación del móvil

La alienación del móvil La alienación del móvil

La alienación del móvil

Soy profesor universitario desde hace más de 25 años, y en este tiempo he sido testigo del cambio que ha supuesto para la formación de los estudiantes las continuas variaciones de los planes de estudio de bachillerato. Compruebo con disgusto que hoy la mayoría de estudiantes acceden al alma mater con un pésimo bagaje de conocimientos y una deficiente capacidad lectora sólo superada por una peor redacción del lenguaje expuesto en los exámenes escritos. Me estoy refiriendo a los estudiantes a los que les he impartido docencia durante años, en distintas asignaturas del Área de Economía Aplicada, en los grados de Derecho, Ciencias del Trabajo, Turismo, Ciencias Ambientales y Administración y Dirección de Empresas en la Universidad de Córdoba. Los tiempos han cambiado y la Universidad con ellos. En mi época de estudiante universitario, a finales de los años setenta, estaba permitido fumar en las aulas mientras el profesor explicaba. Aquél humo de los cigarros creaba una atmósfera densa, que a veces impedía ver con nitidez lo escrito en la pizarra, recreando un ambiente de casino propio de las películas en blanco y negro protagonizadas por Humphrey Bogart e Ingrid Berman en los años cuarenta. Aquellos pitillos eran para muchos la reafirmación pública de la mayoría de edad y emancipación familiar. Hoy el aire que se respira en las aulas es saludable, y la pizarra se ha sustituido por una pantalla en la que se ve claramente el arco iris de colores que contienen las proyecciones de power point. Ya no se fuma en clase, pero el aire tóxico del tabaco ha sido sustituido por la alienante dependencia psíquica del alumnado cuando, incluso durante las explicaciones del profesor, consultan el Whatsapp del móvil cada cinco minutos, y la verdad no se qué vicio es peor. ¿Cómo puede ser que cada poco tiempo nuestros jóvenes miren sus Whatsapp para vete tú a saber que buenas nuevas les puedan acontecer?

Actualmente los estudiantes ya no leen libros como antaño. La mayoría desdeña las obras de Miguel de Cervantes, y por ello ignoran que el Ingenioso Hidalgo don Quijote de la Mancha leía cuantos libros de caballería caían en sus manos, y que de todos ninguno les parecían tan buenos como los que compuso el famoso Feliciano de Silva, porque la claridad de su prosa y aquellas intricadas razones suyas le parecían de perlas, y más cuando llegaba a leer aquellos requiebros y cartas de desafíos, donde en muchas partes hallaba escrito: La razón de la sinrazón que a mi razón se hace, de tal manera mi razón enflaquece, que con razón me quejo de la vuestra fermosura. Relata Cervantes que frases como estas, a las que sin cesar daba vueltas en su cabeza don Quijote, fueron las que le hicieron perder la cordura con las consecuencias que todos hemos leído. Nuestros jóvenes pueden hacer cosas extrañas que nos induzcan a pensar que tal vez no rijan bien. Pero si así fuere, deberemos buscar la causa de tales comportamientos en cualquier circunstancia menos en una desenfrenada pasión por la lectura.

La mayoría de los estudiantes desconocen que Alonso Quijano, antes de ser don Quijote, tuvo muchas discusiones con el cura de su lugar sobre cuál había sido mejor caballero, Palmerín de Inglaterra o Amadís de Gaula; mas maese Nicolás, barbero del mismo pueblo, decía que ninguno llegaba al Caballero del Febo, y que si alguno se le podía comparar, era don Galaor, hermano de Amadís de Gaula, porque tenía muy acomodada condición para todo, que no era caballero melindroso, ni tan llorón como su hermano, y que en lo de la valentía no le iba en zaga. Hoy gran parte de nuestra juventud se está perdiendo estas aventuras. Hay que abandonar la Whatsapp-adicción y reemplazarla por la lectura de libros. La mejor aventura se encuentra siempre entre sus tapas. Al universitario se le reconoce porque dice muchas cosas con pocas palabras, pero hay que conocerlas y comprenderlas, hay que leerlas para poderlas escribir después. El futuro de este país será conducido muy pronto por personas que han sido fruto de un sistema educativo que no les ha aleccionado en el esfuerzo y la lectura, premiando incluso con becas de estudios a alumnos que suspenden asignaturas año tras año.

Creo que la Guerra de la Cultura que se libra en la juventud de nuestros días, se ha perdido por el uso abusivo de los dispositivos móviles. La mayoría no lee más de un par de párrafos en internet, sin ni siquiera constatar la veracidad de lo que está leyendo. Hoy podemos observar en emisiones televisivas cómo diputados, senadores y contertulios de programas están enganchados al móvil dando con ello un pésimo ejemplo a la sociedad. Gaudeamus Igitur, cuya traducción al español es Alegrémonos pues, es el himno universitario por excelencia. Es una canción que se comenzó a interpretar inicialmente en universidades alemanas a mediados del siglo XVIII. Nadie conoce el origen exacto, ni el nombre del compositor. Hoy sólo se cantan algunas estrofas, pues algunas otras serían muy discutibles por el cambio de los valores sociales. En su comienzo, la letra nos invita a alegrarnos mientras seamos jóvenes porque tras la divertida juventud, tras la incómoda vejez nos recibirá la tierra. Querida juventud, no pierdan el tiempo, aprovéchenlo, desconéctense del móvil y engánchense a los libros, aún quedan muchas historias que leer, casi todas.

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