Tribuna

Manuel Peñalver

Catedrático de Lengua Española de la Universidad de Almería

Valera y el nuevo periodismo

Valera y el nuevo periodismo Valera y el nuevo periodismo

Valera y el nuevo periodismo

Un escritor para la historia esculpió la polifonía de un estilo en las páginas de un diario para declinar la sintaxis de los días en el olor a metáfora recién salida del diamante que tiene la columna. Sus textos infunden una clarividencia proverbial y una luz inconfundible a esa hora del alba, prolongada, infinita, inextinguible, que se adentra en la existencia. El Valera periodista es sabiduría y crónica. Por ello mismo, en una historia de la prensa en España, su obra periodística merece ser rescatada y valorada como espléndida lección en las mañanas del mundo que alzan su voz. Sus artículos son un manantial de elegancia helénica, donde la prosa, con su ademán fugitivo, inmortaliza, perpetúa y eterniza el idioma. En una carta-dedicatoria a Ida de Bauer escribía que fue primero poeta; luego, periodista; luego, crítico. Y, al cabo, trató de figurar como novelista.

Esta prosa adiamantada recorrió los senderos de Ítaca en los más prestigiosos diarios y revistas de la época. Así, escribe en La Alhambra entre 1840 y 1842, La Tarántula de Granada, en 1842, El Pasatiempo de Granada, en 1845, El Siglo Pintoresco, entre 1845 y 1846, El Heraldo, en 1849, El País, en 1850, la Revista Española de Ambos Mundos, de 1853 a 1855, el Semanario Pintoresco Español, entre 1854 y 1856, la Revista Peninsular, de 1855 a 1856, la Gaceta de Madrid, en 1856. En El Estado, donde colabora de 1857 a 1859, escribió artículos de literatura, de filosofía y de política. Sus textos acuden a nuestra memoria como si fueran poemas que perduran en su métrica. Valera es antología de un concepto que nace en Quevedo y Larra y se proyecta en Camba, González-Ruano y Umbral como un recuerdo que traen las horas. Leerlo es una hermosa aventura textual que nos aproxima a los instantes que hacemos nuestros en el horizonte en el que el día teje su odisea.

La concepción del periódico como proyecto intelectual se manifiesta en su discurso académico El periodismo en la literatura, pronunciado el 13 de noviembre de 1898. "En la mente de estos lectores se despierta o se aviva el apetito de leer, y por haber leído periódicos, acaban por buscar libros y leerlos". Tino, buen gusto, ingenio y originalidad en el arte de redactar un español tan cincelado formalmente; tan natural y sobrio; tan clásico y puro. Para tildar las sílabas del hexámetro soñado. Así caligrafió Valera la universalidad en los periódicos. Mimando, acariciando, amando las palabras como mimó, acarició y amó a una mujer: Madeleine Brohan. Sublime antología de los instantes más enamorados. Hermoso fragmento robado por la literatura a la vida. Llama de amor, prolongada, que nunca se extingue. Epístola mirífica que guarda siempre la memoria. Abecedario de una pasión en el flash-back del lenguaje. Diario íntimo del monólogo interior. Tan prodigioso. Tan distinto. Tan indefectiblemente único.

Hemingway, Dos Passos y Scott Fitzgerald. Truman Capote, Wolfe y el gran Talese. Y Valera. Entre Larra y Kapuscinski. Entre Quevedo y Umbral. Escribiendo en un periódico con el halo de la literatura. Hasta superarla en su repentino silencio. Juan Valera es el recuerdo de una escritura que siempre vuelve en sí misma. Como un prólogo y un epílogo que se reconocen hasta confundirnos y maravillarnos en la cercanía, que, definitivamente, espera. Hasta hacer realidad aquellas palabras de Arthur Miller: "Un periódico es una nación hablándose a sí misma". Y, ahora, la remembranza del humo de las chimeneas; de los tonos de la hierba retoñada; de la paleta de colores que no sabemos identificar; de los parrales de las huertas; de las ristras de ajos; de la tomiza de esparto; del carburo; de las noches sin luz. Del vuelo de los zorzales, con el anochecer al fondo. De la voz de la brisa, callado el silencio. Del azul violeta de la aceituna, que cae del olivo como una lluvia antigua. De ese pasado, que todavía conjugamos, la soledad diciendo. Perdidas las palabras. Hasta caligrafiar en la huella de los instantes lo que Bend Bradley eternizara como la métrica que nunca se entrega al olvido: "El fundamento del periodismo es buscar la verdad y contarla".

La historia de la literatura brilla en el hijo predilecto de Cabra como el mar de Ulises. Pero también, la historia del periodismo. Sus cartas son la prosa más hermosa. Sus artículos, páginas adelantadas del nuevo periodismo. Y sus novelas, la ficción de lo real. Con una pluma que es melodía. El Valera novelista. El Valera poeta. El Valera epistológrafo. El Valera ensayista. Y el Valera periodista. Siendo personaje y narrador como Tom Wolfe donde sucede la diégesis. Entre un siglo y otro, es "el río interminable que pasa y queda". Su nombre resplandece como un soneto. Más allá de los caminos por donde andaban don Quijote y Sancho.

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