Tribuna

Salvador Gutiérrez Solís

@gutisolis

Vacunas

Si a la vez que nos inyectan la vacuna contra el coronavirus nos agregan unas gotitas de cordura y prudencia, sería el no va más

Tal vez sea la gran noticia, la esperada buena noticia, de este año de malas noticias. Este año que se acaba y que despedimos con un empujón, animándole a que no vuelva nunca jamás. No queremos saber más de ti. Este año que inspirará el título de tantas y tantas novelas: El año que no fue; El año del confinamiento; El año sin año; Mascarillas y gel; Gel de mi vida; La mascarilla que me amó; Todos somos uno; El año que nos convirtió en invisibles. Son demasiadas las opciones como para seguir añadiendo posibilidades, en este girar la tuerca en la que se ha convertido nuestra vida. Queremos recuperar eso, precisamente, nuestra vida. Pero yo, al menos, quiero recuperar la que tuve, la que se fue, la que ahora es la gran prohibición. Y sueño con ver de nuevo repletas las gradas de los estadios, las pistas de los festivales, las calles en los días festivos y de rebajas y las barras de las bares. Y también necesito volver al cine como siempre, sin bandas blancas y rojas en los asientos, y abrazar a mis amigos en las presentaciones de libros, en las lecturas, en todo eso que hicimos durante toda nuestra vida con la más absoluta normalidad. Sin temor. Sí, quiero recuperar esa vida. En estos meses, larguísimos, hemos pasado por numerosas etapas, que los sociólogos, antropólogos e historiadores analizarán y calificarán con el paso del tiempo. La fase del pánico, de la ignorancia, de la imprudencia, de la excesiva prudencia, del pesimismo, del hartazgo, la fase de duelo, que ha sido la más dura, la fase paranoica, yo qué sé, la fase del aislamiento, de la soledad. Y espero que la actual, la de estos días, se denomine en el futuro como la fase de la esperanza. Yo, al menos, es como me siento, esperanzado, ilusionado, incluso optimista. Creo que lo peor ya ha pasado, y que en unos meses volveremos a tener algo muy parecido a esa vida que tuvimos. Es mi esperanza.

No sé si la primera persona en vacunarse se llamará Miguel de Cervantes o Lope de Vega o Calderón de la Barca o Federico García Lorca, la verdad es que tenemos dónde elegir. Me es igual, como si se llama Pepe Fernández García, lo que me importa es si la vacuna funciona, si los efectos secundarios no son muy graves, serios o molestos y si puede suponer realmente el principio del fin. Todo lo demás, mamandurrias, como diría Espe y Ayuso está a punto de decir. Tiempo al tiempo. Como me da igual la marca, que nunca he sido marquista y en esto tampoco lo voy a ser, que yendo bien hasta la rusa de nombre extraño me parece buena, si cumple con su cometido. Igual que tenía claro que no quería, ni quiero, pasar el covid19, porque me he encontrado con personas que sí lo querían pasar, como si tuviesen clarísimo que forman parte de ese cupo que no notan ni uno solo de sus efectos, también tengo claro que me quiero vacunar. A pesar de las teorías de algunos, que no entiendo y que no puedo calificar como respetables porque carecen de rigor científico, si en el Siglo XX se produjo tal incremento poblacional fue porque, paulatinamente, las vacunas han sido de acceso universal, para la mayoría de los habitantes de nuestro planeta. Algunas enfermedades prácticamente han desaparecido porque nos hemos vacunado y las hemos combatido de este modo. Son evidencias que se pueden contrastar muy fácilmente. Apenas tardará unos minutos.

Cada cierto tiempo, cada siglo aproximadamente, una enfermedad se ha cruzado en nuestro camino, y en la mayoría de las ocasiones la hemos podido doblegar a pesar de su crueldad inicial. Eso es lo que espero, sinceramente, un nuevo triunfo de la ciencia. Por eso, me encantaría que la nueva fase que comenzamos la próxima semana, en un futuro no muy lejano, se califique como la de la cura, o la fase de la salvación, o como se quiera llamar, siempre que exprese un sentimiento vitalista, positivo. Ya puestos, si a la vez que nos inyectan la vacuna contra el coronavirus nos agregan unas gotitas de cordura y prudencia, sería el no va más, pero vamos paso a paso. Y este siguiente paso, si se cumplen los vaticinios, si husmeo de nuevo en mi intuición (también lo podemos llamar optimismo), tal vez sea el de un bonito camino, que nos recuerde muy mucho al que hasta hace poco recorrimos.

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