Tribuna

José María Agüera Lorente

Catedrático de Filosofía

Vacunación y las trampas de la mente

Nuestra mente cavernícola tiene un enorme poder a la hora de emitir un juicio sobre lo que pasa y tomar decisiones sobre qué hacer respecto de ello

Vacunación y las trampas de la mente Vacunación y las trampas de la mente

Vacunación y las trampas de la mente / rOSELL

Acabamos de saber de un nuevo obstáculo en el necesario y urgente proceso de vacunación. A la vacuna de Astrazeneca se le une la de Janssen en suscitar sospechas sobre su seguridad. ¿La aprensión que esta situación puede provocar en parte de la ciudadanía tiene el aval de la racionalidad?

Los sesgos son distorsiones cognitivas inscritas filogenéticamente en nuestras estructuras cerebrales que perviven en nuestra psique y dictan irracionalmente nuestra conducta porque a lo largo de millones de años de evolución han demostrado ser una ventaja adaptativa.

Ahora bien, que sean una ventaja adaptativa no quiere decir que sean de aplicación pertinente siempre y en todo caso. En ciertas ocasiones, suponen vulnerabilidades de las que nadie se libra, por muy cultivado en las ciencias que esté; porque el sesgo es humano, demasiado humano.

Uno de esos sesgos tiene que ver con la sucesión temporal de dos eventos. Que a un suceso le siga otro no quiere decir que el primero sea causa del segundo. Esto, desde el punto de vista lógico, no tiene discusión. Pero, ¿y desde el punto de vista psicológico?

El aprendizaje asociativo tiene un papel principal en lo que ha sido el éxito adaptativo de nuestra especie. Es heurístico, es decir, es un procedimiento rápido y al alcance de cualquiera, porque es intrínseco de la naturaleza humana, que sin necesidad de un razonamiento lógico consciente y activo o de conocimientos científicos específicos, permite solucionar los problemas prácticos por la vía rápida, y aprender formando la base del conocimiento ordinario. Hay quien lo llamaría intuición en según qué circunstancias.

Debemos a los trabajos de los psicólogos Daniel Kahneman y Amos Tversky mucho de lo que sabemos sobre esos mecanismo heurísticos, siendo lo principal de qué formas nos inducen a error. A todos, no importa lo brillantes que seamos en términos intelectuales o cuán elevado sea nuestro nivel de instrucción. El economista Jean Tirole en su libro La economía del bien común se refiere a ellos como "unos atajos de razonamiento que nos proporcionan un esbozo de respuesta a nuestras preguntas" y advierte de que a menudo tienen como vector la emoción.

El aprendizaje asociativo funciona bien creando y reforzando asociaciones entre eventos que se suceden en el tiempo. Y puede ser orientativo en el proceso de descubrimiento científico, como prueba el origen mismo de la inmunología moderna que se atribuye a Edward Jenner. Su decisivo descubrimiento hace algo más de dos siglos dio comienzo cuando estableció una asociación entre la inmunidad de las recolectoras de leche frente a la viruela y su contacto continuado con las vacas. Luego, eso sí, tuvo que comprobar lo acertado de su intuición mediante un riguroso proceso de experimentación. Por esto -dicho sea de paso- tienen el nombre de vacunas esta clase de medicamentos (variolae vaccinae significa, precisamente, viruela de la vaca).

Sin el sometimiento a la disciplina racional, en según qué casos, puede ocurrir que se suponga un vínculo causal entre dos hechos que acontecen seguidos por azar, tomando por causalidad lo que es mera casualidad. Nuestra mente cavernícola tiene un enorme poder a la hora de emitir un juicio sobre lo que pasa y tomar decisiones sobre qué hacer respecto de ello. A simple vista, nuestra psique no puede detectar causalidad en la mayoría de las situaciones ambiguas como la dada en el caso de los fallecimientos por trombos tras la administración de la vacuna. Para establecerla fehacientemente tenemos que aplicar con rigor el método científico (como hizo Jenner), lo que suele ser laborioso y lleva su tiempo. Y es difícil de asumir cuando nos hallamos en una situación de incertidumbre y está en riesgo nuestra vida. El caso de Steve Jobs, en ese sentido, es paradigmático: un hombre con una sólida formación científica que prefirió las pseudoterapias porque le insuflaron una (ilusión) de seguridad que los tratamientos basados en la ciencia no.

Todo lo expuesto comporta lecciones sobre nosotros mismos que debiéramos extraer de esta pandemia. Incide en los límites de la condición humana, revela nuestras vulnerabilidades y define el horizonte de nuestras posibilidades. Constituye, en fin, una enseñanza que tendría que ser parte fundamental de la educación de las jóvenes generaciones, porque el autoconocimiento es clave a la hora de promover esa sabiduría de la que tan necesitados estamos si queremos tener futuro como especie.

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