Tribuna

José A. Sánchez Medina

Catedrático de Psicología en la Universidad Pablo de Olavide

Universidad y endogamia

Pocos ámbitos en esfera pública están sometidos a tanta evaluación de calidad como la universidad pública, y en particular su profesorado

Universidad y endogamia Universidad y endogamia

Universidad y endogamia / rosell

Uno de los debates recurrentes cuando se habla de la universidad pública es la endogamia. Esta práctica hace referencia a la tendencia que tienen las universidades a contratar a profesorado que se ha formado en su seno. Presentada de este modo, desde luego que puede parecer una conducta, si no reprobable, poco acertada. Poco acertada porque podría llenar los departamentos universitarios de profesorado que accede a los mismos por el mero hecho de haberse formado en esa universidad y tener los contactos adecuados. Sin embargo, esta afirmación es claramente infundada.

Pocos ámbitos en esfera pública están sometidos a tanta evaluación de calidad como la universidad pública, y en particular su profesorado. Al profesorado universitario le evalúan sus estudiantes cuando imparte docencia o sus pares - profesorado de cualquier universidad nacional o internacional - al presentar un proyecto para financiar su investigación o al publicar los resultados de la misma. Pero, sobre todo, un profesor universitario español jamás podrá progresar, ni siquiera permanecer, en la universidad en que se formó si no obtiene evaluaciones positivas para los distintos puestos que pueda desempeñar. Cualquier profesor de universidad en sus distintas escalas, desde el investigador novel hasta al catedrático, tiene que pasar una rigurosa evaluación que es llevada acabo por la Agencia Nacional de Evaluación de la Calidad y Acreditación. Se trata de una agencia estatal que valora la trayectoria docente e investigadora de todo profesor universitario, y que solo si supera unos exigentes niveles de calidad, estará en condiciones de competir por un contrato en cualquier universidad. Este procedimiento se denomina proceso de acreditación, y evalúa los resultados de las múltiples tareas que realiza un profesor universitario: docencia, investigación, estancias en centros extranjeros, publicaciones, patentes, gestión, dirección de tesis doctorales, etc. Sin contar con esta acreditación resulta absolutamente imposible que una persona pueda acceder incluso a los puestos docentes e investigadores más básicos del organigrama universitario.

Es cierto, sin embargo, que las universidades prefieren contratar al profesorado que se ha formado en ellas, siempre que haya demostrado la calidad suficiente como para obtener esta acreditación. La cuestión es ¿por qué actúan de este modo las universidades? Diversos son los motivos. El más relevante tiene que ver con lo costoso que resulta en términos temporales y económicos la formación de un profesor e investigador universitario. Que un investigador que ha demostrado sobradamente su calidad obteniendo una evaluación positiva deba abandonar la universidad en la que se formó, en muchos casos supone un serio contratiempo para los equipos de investigación y una clara merma en su capacidad de producción científica. No podemos olvidar que la ciencia hoy día exige, no sólo una gran preparación teórica, técnica y tecnológica sino, sobre todo, una gran capacidad para trabajar en equipo. Y, créanme, los miembros de un equipo rodados e integrados no son fácilmente intercambiables. Resulta razonable que la universidad y sus equipos de investigación, que tanto han invertido en formación de sus jóvenes profesores e investigadores quieran retener para ellos ese talento. Estos son los árboles de la endogamia.

La cuestión es, ¿dónde quedan el bosque? Pues este bosque, que impide analizar adecuadamente el problema de la endogamia, está en los criterios de evaluación. El fin de la universidad debe ser proporcionar una excelencia docente, transferir conocimiento y, especialmente, trasladar los resultados de investigación a políticas públicas y a desarrollos tecnológicos aplicables al tejido productivo. Sin embargo, estos logros son olímpicamente ignorados por la agencia de evaluación de la calidad universitaria, que valoran de modo casi exclusivo el nivel de la revista académica donde se publican los resultados, asumiendo que si la revista es buena, los resultados lo son en igual medida. Estas revistas son consultadas por académicos, que a la vez escriben en esas mismas revistas, sin que se produzca el necesario trasvase a la sociedad y a la empresa. Esto sí que es endogamia. Una endogamia que no promueve en absoluto la transferencia en términos de conocimiento de los rendimientos del trabajo universitario a pesar de los recursos públicos, siempre insuficientes, invertidos para ello.

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