Tribuna

Salvador Gutiérrez Solís

@gutisolis

Tiempo de listas

Ahora que están en plena ebullición, leo algunas listas desde la distancia, otras desde la indolencia y hasta desde la incomprensión

Tiempo de listas Tiempo de listas

Tiempo de listas

Esto ya va a toda velocidad, que la Navidad la tenemos encima. Que sí, que será un poquito diferente, sin tanto revuelo, menos arrejuntados y demás, y con mascarilla, sí, pero será Navidad. Y dentro de las posibilidades, estaremos con la gente que queremos, o con la gente que sigue estando y queremos o con los que queremos y entran dentro de las cuentas, o con los que no queremos tanto pero están dentro de las cuentas, escoja cualquiera o varias de las opciones, antes de que el lío mental crezca hasta el desvarío. Estamos en tiempo de muchas cosas, porque la Navidad es la época con más características de todo el año, o yo tal vez me empeño en creerlo. Tiempo de familia, sí, no es sólo un eslogan, de encuentros y regresos. Y tiempo de excesos, gastronómicos y alcohólicos. Y de gasto, por tanto, que las cuentas las dejamos tiritando. Y tiempo de adornos y de calles iluminadas. Y tiempo de listas, de toda clase de listas, especialmente culturales, deportivas y periodísticas. Las hay de todos los tipos y tamaños, dedicadas a los asuntos más sesudos, o frívolos o interesantes o anodinos. Como la vida misma. Los diez mejores goles del año. Los gazapos informativos más evidentes. Los cinco mejores restaurantes. Las mejores patatas fritas de España. Las 20 mejores novelas. Las caídas más absurdas. Las mejores series del año. Los mejores mates de baloncesto. Las 25 películas más vistas. En fin, y todo lo que se le pase por la cabeza, y algo más, ya que todo, o así lo creemos, es evaluable, susceptible de contabilizar, de agrupar y de comparar, aunque no lo sea. Pero eso da igual. Cada año, cada Navidad, con sus listas, cómo nos iban a faltar.

Como soy un hombre de costumbres, que es una de las expresiones más rancias que puedes encontrar en el mercado de las expresiones rancias, cada Navidad le dedico un rato a consultar lo que las listas señalan. Y debo de reconocer que las musicales en más de una ocasión me han ofrecido una nueva banda o intérprete que desconocía y que he disfrutado desde el asombro y desde la sorpresa. Por desgracia, es la excepción, ya que la mayoría de las listas están más que determinadas, o predeterminadas, por el grupo editorial en el que se publiquen, así como por multitud de intereses, fobias y filias, más allá de la calidad de lo que se evalúa. Especialmente llamativas, o tal vez lo sean para mí, las literarias. En donde la unanimidad raramente se da, y los resultados dependen en gran medida hacia donde se dirige la punta de la veleta. Esta direccionalidad la podemos encontrar en las listas colectivas, aunque matizada por la supuesta pluralidad de los intervinientes, y es una completa evidencia en las listas individuales, que también las hay. Admiro, desde el estupor y la incomprensión, a todos esos críticos que son capaces de afirmar con la mayor rotundidad: estos son los mejores discos, libros o películas de este año, como si hubieran sido capaces de haber escuchado, leído o visto todas las producciones aparecidas. Y no, no lo han hecho, porque casi nadie puede, pero aún así ellos plantan su lista, que no deja de ser un monumento al egocentrismo más pueril e inexplicable. En ocasiones, no es sólo un ejercicio de egocentrismo, y otros factores, querencias y fobias, intervienen en el proceso.

Ahora que están en plena ebullición, leo algunas listas desde la distancia, otras desde la indolencia y hasta desde la incomprensión. También desde la desconfianza, cómo no hacerlo. Pero es que llegan los Reyes Magos y Papa Noel y son muchos los libros que se venden, hay que estar atentos. Entiendo y comparto las listas celebratorias. Como cuando sales de un restaurante en el que has comido a mesa y a mantel y a muy buen precio y deseas que tus amigos repitan la misma sensación lo antes posible. O sea, las listas como un modo de compartir placer, diversión, emoción, y no porque el dueño del restaurante me invite a una copa o a un plato por cada nuevo cliente que le envío. Esas son mis listas, recomendar lo admirado, experiencias reveladoras, sorprendentes novedades, por el simple hecho de que otros compartan tu disfrute. Sin esperar el aguinaldo.

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